Noviembre es un mes poético y triste, el de los primeros fríos y las hojas caídas, metáfora de un sentimiento de pérdida, y también de regeneración, que lo asocia a la muerte. El vínculo es tan atávico que incluso se mantiene en este 2020 que pasará a la historia, de principio a fin, por su carga mortífera. Pero, como todo en el año del coronavirus, este es un noviembre atípico, mucho más desolador que de costumbre y contradictorio, pues girando en torno a los difuntos, ni siquiera nos ha sido permitido visitar los cementerios en su festividad o fechas cercanas salvo con cuentagotas y adoptando el ritual de medidas preventivas y distanciamientos varios que se ha instalado en nuestra existencia vampirizándola. Las imágenes de los camposantos casi vacíos en días que tocaba verlos llenos de vida, muerte sobre muerte, han pasado a formar parte del álbum lúgubre de recuerdos que nadie -salvo las generaciones futuras a las que les toque hacer balance en frío- querrá recordar así que pase el tiempo, cuando la tormenta amaine y, ya sin mascarilla, podamos volvernos a besar.

Sin embargo, en Córdoba el azar ha querido ofrecer una compensación a la deuda contraída con los que se fueron, y frente a los cementerios solitarios, este noviembre estará atravesado por unas jornadas que ensancharán la mirada hacia el mundo de la muerte a través de los siglos. ‘La muerte en Córdoba: creencias, ritos y cementerios de la Prehistoria al ocaso de la ciudad romana’ es la primera de las cuatro entregas sobre el tema -que irán sucediéndose en otoños venideros- puesta en marcha por la Real Academia con el reto de transmitir, según explicaba a este periódico el presidente de la institución, José Cosano, un rico patrimonio cultural de la capital y provincia que cada vez arroja más luz sobre ese universo de tinieblas. Todos los martes y miércoles del mes, a través de dieciséis conferencias, algunos de los más destacados especialistas en esta área del saber irán desgranando sus conocimientos no solo arqueológicos, sino también los relacionados con la epigrafía, la literatura o la antropología. La presente edición -que, dado el reducido aforo de 20 asistentes en el antiguo Rectorado puede seguirse por las redes sociales- está coordinada por la profesora de la UCO Ana B. Ruiz Osuna. La académica por Monturque -localidad, por cierto, poseedora de uno de los cementerios más conocidos de España- y muy activa miembro de la asociación Arqueología Somos Todos que dirige Desiderio Vaquerizo, organiza un ciclo que abarca unos 1.500 años de nuestro pasado más remoto, desde los primeros enterramientos prehistóricos hasta la llegada del cristianismo, deteniéndose a lo grande en el universo romano, presente en Córdoba desde el siglo III antes de Cristo según dan cuent a historiadores y arqueólogos.

Estos últimos, desde que por fin se ha tomado conciencia, al menos en teoría, de la importancia de cimentar el futuro en las enseñanzas de la antigüedad, no cesan de atender nuevos frentes impuestos por la actualidad. Y esta lo mismo informa de la aparición de restos romanos en las obras del supermercado que se construye en la calle Claudio Marcelo -lo raro habría sido que no hubieran aflorado allí, junto al templo y cerca de donde un día estuvo el foro-, que da cuenta del hallazgo en un terreno de La Rambla de una escultura ibera prodigiosamente conservada. El pasado cada vez se hace más presente y hay que atraparlo al vuelo, como las hojas muertas de este atípico noviembre.