El Papa Francisco ha concedido una entrevista a Scarp de Tenis, un periódico mensual financiado por Cáritas de Milán desde los años 90, redactado por periodistas profesionales, pero vendido en las calles y en parroquias por personas sin hogar y marginadas. Una asociación de amigos del mensual acompaña a los vendedores para ayudarlos de forma íntegra. Cada ejemplar vale tres euros, y el vendedor se queda uno por ejemplar. La entrevista tiene como motivación la anunciada visita del Papa a Milán, la gran ciudad industrial del norte de Italia y la diócesis más poblada de Europa, programada para el veinticinco de marzo. La sala de Prensa vaticana ha publicado diversos extractos en español. Hay un momento en que el periodista formula esta pregunta: «Santidad, cuando encuentra a una persona sin domicilio fijo, ¿qué es lo primero que le dice?». «Le digo buenos días, ¿cómo estás?». Las personas que viven en la calle, prosigue el Papa, entienden de inmediato cuándo hay un interés real por parte de la otra persona o cuando hay, no quiero decir ese sentimiento de compasión, pero sí, ciertamente de pena. Se puede ver a una persona sin hogar y mirarlo como una persona, o como un perro. Y ellos se dan cuenta de esta forma diferente de mirar. En el Vaticano es famosa la historia de una persona sin hogar, de origen polaco, que solía estar en la Piazza Risorgimento. No hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de Cáritas que por la noche le llevaban una comida caliente. Sólo después de mucho tiempo consiguieron que les contase su historia: «Soy un sacerdote, conozco muy bien a vuestro Papa, estudiamos juntos en el seminario». La voz llegó a san Juan Pablo II, que oyó el nombre, confirmó que había estado con él en el seminario y quiso encontrarlo. Se abrazaron después de cuarenta años, y al final de audiencia, el Papa pidió ser confesado por el sacerdote que había sido su compañero. «Pero ahora te toca a tí», dijo el Papa. Y su compañero de seminario fue confesado por el Papa. Gracias al gesto de un voluntario, de una comida caliente, de unas palabras de consuelo, de una mirada bondadosa, esta persona pudo recuperarse y hacer una vida normal que lo llevó a ser capellán de un hospital. El Papa lo había ayudado, por supuesto, esto es un milagro, pero también es un ejemplo para decir que las personas sin hogar tienen una gran dignidad. En el arzobispado de Buenos Aires, en una reja entre un portal y la acera, vivían una familia y una pareja. Los encontraba cada mañana cuando salía. Los saludaba e intercambiaba unas palabras con ellos. Nunca pensé echarles. Alguien me dijo: «Ensucian la Curia», pero la suciedad está dentro. Yo creo que hay que hablar con la gente con gran humanidad, no como si tuvieran que pagarnos una deuda y no tratarlos como si fueran pobres perros». Impresionantes las palabras del Papa Francisco, en la entrevista concedida al periódico mensual de Milán.

* Sacerdote y periodista