Para los que fuimos a EGB, en toda España, estudiar historia española siempre fue un hecho integrador. Los hechos históricos fundamentales y contrastados por historiadores solventes se establecían bien sistematizados en los libros de texto. España como realidad de país soberano y evolucionado a través del devenir de los hechos históricos está científicamente demostrada. Entre otras cosas porque no solo desde el propio interés español se ha estudiado la historia de España, sino que eminentes historiadores extranjeros han establecido no solo las bases de nuestra historia reciente, sino su evolución. Por tanto, falsear la historia de España no solo debería de ser imposible en democracia, sino un craso delito. Y no sólo esa historia que aparece en los libros científicos propios de investigadores, sino la que se explica y establece en los libros de texto de los escolares. Está claro que con la instauración de las comunidades autónomas se establece una historia de las autonomías. Existe un hecho diferencial propio de cada región y esto es algo que no solo no se puede negar, sino que es evidente, pero lo que sí está claro que dichas historias no se pueden diseccionar sin que pierdan parte de su propia identidad. Dicho de otra manera, la historia de España y su evolución es la integración de las historias de las distintas comunidades autónomas que conforman el Estado español. Y esa realidad es en la que actualmente vivimos y que nos integra en Europa. Pero ¿qué sucede cuando la historia de alguna de nuestras comunidades autónomas se tergiversa no solo en el plano científico, sino en las aulas? Pues como muestra el experimento desintegrador catalán del independentismo. Y sus devastadoras consecuencias. Aunque falsear la historia en España no se considera delito. Alguien se ha debido de olvidar que cualquier constitución que se precie se asienta sobre una historia común. No es de extrañar que algunos quieran romperla. Aquellos que permiten que se falsee la historia son también corresponsables.

* Mediador y coach