Roman Polanski, el cineasta brillante capaz de hacer una obra de arte como El pianista, el hombre oscuro acusado de violar a varias adolescentes (algunas después de haberlas emborrachado y drogado, otras chantajeándolas como paso previo para conseguir un papel), opina que el movimiento #MeToo que denuncia los abusos sexuales es una muestra de «histeria colectiva» y que responde a una «total hipocresía». Es relevante su opinión, parece innegable que sabe de lo que habla. Histeria e hipocresía. La primera es una vieja acusación. Los hombres tienen prontos, se dejan llevar por la indignación, por los accesos de ira, por su rebelde temperamento. Ya se sabe, todo eso de la virilidad. Las mujeres, simplemente, son histéricas. Más interesante resulta reflexionar sobre la hipocresía. Quizá no es un término desacertado para hablar de los abusos sexuales. Pero no desde la óptica de las mujeres, sino desde los ojos del depredador y de un entorno que miró para otro lado, fue cómplice con su silencio, rió incluso las aventuras de ese amigo tan machote, al fin, fue una pieza más de esa poderosa maquinaria que, en todos los ámbitos profesionales, en todos los escenarios privados, ha sometido a la mujer. Sí, #MeToo responde a esa hipocresía. Incluso a la que es posible que Polanski haya utilizado para sí mismo. Solo una mirada muy maquillada de sus actos le puede permitir arrogarse la potestad de desacreditar a las víctimas.

* Escritora