Parece que desde hace tiempo solo cuentan aquellos a los que les gusta el campo pero sin bichos, que por definición ya no es campo, y los que propugnan un campo con bichos pero sin personas, que tampoco lo es, y los que directamente parecen que odian o, como mínimo, ignoran todo lo que la tierra nos da a través del esfuerzo de hombres y, sobre todo, mujeres del medio rural. Quizá por eso la situación ha ido deteriorándose desde hace años y solo ha saltado ahora, cuando tanto se está hablando de una España vaciada y propugnando medidas diseñadas en despachos para repoblar el centro del país en lugar de ir al meollo de la cuestión: si no hay una retribución mínimamente digna para el agricultor y el ganadero, el hombre del campo seguirá deslomándose para que sus hijos estudien fuera y nunca jamás tengan que trabajar la tierra y pasar las penalidades que ellos han tenido que sufrir.

De hecho, y por enormes que fueran las molestias de la tractorada de la pasada semana en Córdoba, el campo no protesta prácticamente nada si se tiene en cuenta su situación extrema, el largo tiempo que lleva así y, sobre todo, si se compara este sector estratégico (el que más dinero, empleo y relevancia social, cultural, histórica y antropológica tiene, especialmente en Córdoba) con otros que apenas poseen peso en la economía en general y que te colapsan las ciudades con manifestaciones a la primera de cambio.

Si esto fuera Francia, en donde nadie parece cuestionar el terrorismo transportista sobre camiones con productos españoles... Allí, en el país vecino, el más humilde agricultor es y se le trata como a un señor. Aquí solo eres un señor si tienes tierras pero no las trabajas tú. Y con esta mentalidad, en Andalucía el campo languidece como produce... calladamente, sin darnos cuenta de que la agricultura y la ganadería lo es todo y de que si hay malas cosechas un año ningún otro sector económico sale indemne en Córdoba esa temporada. Ni la más tecnificada empresa del mundo digital, innovadora, exportadora y chipi-guay que valga y que se crea ajena al campo sale de rositas cuando hay malas cosechas.