La imaginación, ese lugar desde donde se conciben muchas realidades es en la niñez tan cotidiana y connatural que es una sola cosa con la realidad. Es cierto que con la madurez esta divina mezcla tiende a dividirse, pero aún así necesitan ser regla y excepción juntas y separadas. Tal vez porque sean parte de la fórmula donde el destino y la condición humana se salvan o se hunden en los infiernos. Al pequeño Julen la realidad cruda y despiadada lo llevo al fondo de un pozo oscuro y profundo. Un infierno incomprensible donde parece que la imaginación no penetra. O sí, si va en la esencia de un niño. Tal vez la realidad cruda y letal no dio tiempo a la imaginación del pequeño; pero otros imaginaron por él para precisamente cambiar y trasponer esa realidad funesta y despiadada. Julen probablemente, si realmente hubiera podido, habría imaginado a uno de sus superhéroes entrando como un rayo en aquel pozo y con su fuerza titánica desmoronar la montaña y devolverlo al aire fresco y al sol de la costa malagueña. Esa hubiera sido la natural imaginación de un niño, pero también fue y ha sido la imaginación de toda una multitud. Y esos héroes a los que la imaginación hizo realidad no eran uno, era la Brigada de Salvamento Minero. Un grupo de hombres con el ademán, la apostura y la actitud del perfecto héroe: estoicismo; valentía; fuerza y corazón; mucho corazón. Todo con el gesto de la humildad que hace a los rostros inclinarse de tal manera que ponen al cielo como testigo. Un cielo del que Julen ya disfrutaba viendo como sus héroes imaginados asaltaban la realidad y entregaban su cuerpo a sus padres y a la dignidad del recuerdo. Tal vez si un niño pudiera hacer testamento dejaría a sus héroes. Todo una lección de que la imaginación y la realidad pueden salvar algo tan importante como la vida misma: la esperanza en la dignidad humana .

* Mediador y coach