Sería el año 85, seguramente, cuando por nuestros televisores se nos coló en cada casa un señor de aspecto serio, correctamente trajeado y encorbatado, que decía llamarse Manuel Luque, director general de Camp. Camp era una compañía química dueña de, entre otras marcas, Colón, la que seguramente sin quererlo, inventó el recipiente multiusos más utilizado de la época para guardar y atesorar de todo en esos magní?cos tambores de detergente.

Bueno, el caso es que este hombre, con toda la serenidad del mundo, se nos presentaba y nos proponía una fórmula marketiniana que sonaba tan novedosa como sincera: «busque, compare y, si encuentra algo mejor, cómprelo». Uno bien podía tatuarse esa máxima en el antebrazo, porque puede servirte de por vida. Cada cuatro años, sin ir más lejos, deberíamos hacer todos uso de ella a la hora de decidir nuestro voto. Se trata de un ejercicio de responsabilidad que nos legitima, hasta la siguiente convocatoria, para despotricar de lo mal o fatal que lo hagan los que nos gobiernan.

A la gente le gusta mucho decir que no les gusta la política, pero nadie es capaz de callar al experto que lleva dentro. Dale café, copa y dos horas de sobremesa, y te arregla el mundo en un rato. Claro que gusta la política. Somos animales políticos. Lo que puede no gustar es la, a menudo, (auto)maltratada clase política, que ha llevado al gremio a las horas más bajas. Pero, estoy seguro, a todos nos gusta pensar y opinar cómo debería ser eso de gestionar la cosa pública.

Pues bien, eso mismo propongo yo, metido ahora en lides políticas, tocar a todos su vena crítica y que se hable, que se mueva el sano debate de a quién votar. Pero sin tonterías, bajándose al barro de poner caras y nombres a las personas a los que entregarías las llaves de tu castillo para que te lo mantenga en condiciones. Punto por punto de la lista, haciendo el esfuerzo de enterarse, de primera mano, de lo que cada uno pretende y propone para nuestra ciudad. Hay que ser conscientes de lo insensato que puede llegar a ser con?ar en un desconocido solo por los colores de que viene vestido. Hay que saber discriminar discursos y escenarios, políticas y estrategias. Que no es lo mismo dirigir un país, que una región, que una ciudad.

¿Votarías a alguien como presidente de tu comunidad de vecinos solo porque piensa como tú en materia de inmigración? Tan temerario como absurdo, ¿no? No cuesta nada, preocuparse por lo que nos vende cada uno, no quedarse en la super?cie del pastel y probarlo a cuchara llena, a ver si de verdad te gusta más allá de su aspecto.

En ?n, que no estaba tan equivocado el bueno de Manuel. Que en la política, como en todo, también la clave está en comparar antes de decidir qué hacer con tu ciudad en los próximos cuatro años.

* Abogado