El 1-O no se podrá realizar. No como lo prometió el Govern. Nunca fue posible. No sin censo legal. Ahora, ni siquiera hay Sindicatura electoral. Sus miembros dimitieron para no enfrentarse a multas sustanciales. Sin ella, ningún órgano vela por las garantías del referéndum. Pero Puigdemont, el Govern, las asociaciones independentistas, la propaganda, los influencers del procés y los medios afines aseguran que sí se celebrará. Buscan --necesitan-- la imagen de cientos de miles de personas con una papeleta en la mano tratando de votar.

Y, así, habremos asistido a otro momento cumbre del procés: emoción y propaganda a raudales que convierten ficciones y voluntades en supuestas realidades. Cinco años instalados en el hagamos ver. Hagamos ver que con la fuerza de la ilusión se puede conseguir todo. Hagamos ver que doblegaremos el Gobierno de España porque nos asiste la razón. Hagamos ver que somos mayoría. Hagamos ver que solo nosotros somos los demócratas, aunque se utilicen métodos antidemocráticos en el Parlament. Hagamos ver que el 1-O es un referéndum. En breve, hagamos ver que declaramos la República catalana.

¿Dónde estaríamos si no hubiéramos sido rehenes de tanta farsa? ¿Qué habríamos sido capaces de hacer, de lograr, de pactar si todos los esfuerzos hubieran estado dedicados a la dura y no siempre colorida realidad? Imposible saberlo, pero, al menos, todos sabríamos si el emperador va vestido o desnudo.

* Escritora