Mañana lunes 9 se encuentran en el Palacio de La Moncloa Pedro Sánchez y Quim Torra. La reunión tiene morbo. La altísima crispación que levantó el procés en los últimos meses llevó a pensar a la mayoría que el gesto rutinario de hablar en política no se llegaría a producir nunca con los catalanes. La tensión entre Madrid y Cataluña llegó (y en gran medida se mantiene) tan lejos que los independentistas solo entendían de ruptura y Madrid de ley y orden. Pero todo se mueve, incluso las rocas.

La llegada del PSOE al Gobierno, la machacona insistencia del PSC en tender puentes y, porqué no, la milagrosa aparición del sentido común, vienen cambiando el clima dominante de ofuscación y desafío por otro algo más respirable. Para que se huela algo diferente, ha bastado que, uno, algunos separatistas empezaran a observar que el procés los conducía a un callejón sin salida: cárcel y huidas, mientras su «amada» Cataluña se precipitaba hasta la ruina, y, dos, que el Gobierno de España decidiera tomar la iniciativa política, en manos del Tribunal Supremo, y llevar el mando de operaciones adonde realmente corresponde que es la Presidencia del Gobierno.

Unos y otros necesitaban destensar el grave conflicto, y ha sido el Gobierno de Madrid quien ha tomado la iniciativa de tal manera que parece que esta cediendo, en tanto Torra y sus mentores no se movieran en absoluto. Pero en realidad el Gobierno no ofrece nada que esté más allá de la prudencia y de la Constitución; porque nada debe ser excepcional en este tanteo salvo ceder en el tema de la Independencia. Y hasta ese lugar los socialistas no llegarán nunca.

En realidad Madrid no ha concedido nada. O sí, su disposición a hablar de todo sin cortapisas. Y esta actitud ha sido muy celebrada por el independentismo «pues el gobierno permitirá que Torra defienda el derecho de autodeterminación de Cataluña ante el presidente Pedro Sánchez». ¿Importa demasiado esta circunstancia? Es seguro que gobiernos anteriores han hablado sobre este asunto en numerosas ocasiones, lo que ocurre que siempre se silenció. Lo relevante nos es hablar de independencia, sino el aceptarla o consentirla.

El problema catalán, a pesar de la distensión que aparece, a pesar de que se abra un diálogo bilateral entre Barcelona y Madrid, e incluso si el panorama judicial tornara menos borrascoso en los próximos meses, continuará bravo durante largo tiempo. Y la única forma de conllevarlo es practicando el diálogo. Porque aquí no vale la táctica del avestruz, y mantener vivas y activas las trincheras que cavaron el procés y las torpezas de Rajoy, solo conduce al empobrecimiento de España.

Pero el valiente empeño del presidente Sánchez y el amplio equipo de consejo y apoyo que le acompaña, pueden encallar a pesar de hablar de todo y haber explorado todos los caminos de salida posibles. Incluso en ese caso habrán sido positivos los pasos que se están dando y los que a buen seguro vendrán en los próximos meses. Madrid, en la peor de las hipótesis: la ruptura de nuevo, siempre podrá acreditar que lo intentó todo. Entonces las palabras de los separatistas tendrán mucho menos valor y no serán creídas ni dentro ni fuera de España como ahora lo son en ciertos ambientes políticos y sociales. Se ha iniciado una carrera al sprint que necesariamente debe de continuar siendo de fondo.

* Periodista