Aquí, hace unos días el presidente de la oposición, Pablo Casado, calificó al Gobierno de coalición de social-comunista y, recientemente, el nombrado presidente del PP en el País Vasco, Carlos Iturgaiz, se le ocurre etiquetarlo de fascio-comunista. Otros se han inventado otros popurrís. No hay más que escuchar a Ortega Smith para formar un carnaval. Y lo que yo digo es que no solamente nos encontramos con una nueva involución de la estrategia política del PP sino ante una distorsión de la realidad ideológica de nuestro país. Que Iturgaiz lance piropos a Abascal y crea conveniente que el PP debe fortalecer la alianza con Vox, a quien considera un partido de derechas, supongo que, aparte de hacer reír a los vascos, nos hace preguntarnos si los conceptos socialismo, comunismo y fascismo han cambiado tanto que ni siquiera los mismos neofascistas se reconocen a sí mismos. O mienten.

Lo que yo pretendo, pues, es recordar que la base del socialismo y del comunismo es, en síntesis, la abolición de la propiedad privada, la desaparición de las clases sociales y la planificación de la economía por el Estado. Luego, si los mismos que lo pregonan hacen otra cosa, a mí no me mire. Y que me diga alguien con ojos para ver si aquí hay nada de esto ni algo que se le parezca. Aquí, hay propiedad privada, clases sociales y multinacionales para parar un tren. Aquí, se vive en el capitalismo controlado por el sistema financiero y una democracia tutelada por la UE. La cadena del capitalismo...

-Pare el carro, amigo, -me interrumpió mi amiga Jacinta, la del puesto de verduras y frutas- que aquí cuecen habas como en todos lados. No venga a darnos discursitos de los suyos. ¿Es que no presta atención a lo que está pasando, no oye el rún-rún de los tractores? Y déjese de cadenas: las únicas cadenas son las de los supermercados y distribuidores que nos atan a unos precios que no son el resultado de la oferta y la demanda sino monopolistas. Es un camelo el credo de esos que se llaman liberales, que lo serán en su casa a la hora de comer. El mercado libre pasó a la historia hace tiempo y lo que hay es el libre movimiento de divisas y del capital, disciplina de mercado para los pobres y un Estado niñera para los ricos. ¿O usted cree que este tomate vale lo que paga y que yo me estoy enriqueciendo? El mercado crea las desigualdades, que uno compite con otro... Para qué vamos a hablar del “otro”, que no soy yo ni mi Antonio ni ese vecino productor de alimentos. El “otro” es el “mercado”, ¿me entiende? Por eso pedimos que el Estado intervenga también para nosotros. Que haga algo. ¡Capitalismo, comunismo, socialismo, fascismo! ¿Dónde va a parar, buen hombre? Aquí, lo que no hay es vergüenza y sí mucho abuso y manipulación.

* Comentarista político