El «Haz que pase» de Pedro Sánchez ha pasado. Aunque lo que ha pasado solo en parte tiene que ver con el eslogan de la campaña del PSOE a las elecciones generales. No es que se le quiera quitar mérito al jefe de campaña de Sánchez ni a éste mismo, pero no hay nada más que analizar los resultados de los demás partidos políticos en liza para percatarse de que han pasado muchas más cosas que las de que el Partido Socialista haya ganado las elecciones, aunque lejos de no tener que medicarse para gobernar con las píldoras del pacto. Y una de esas otras cosas que han pasado es que el PP se ha hundido. Y en honor a la verdad podría afirmarse que jamás un hundimiento electoral se había escenificado de tal manera barroca como lo hicieron en la noche electoral Pablo Casado, García Egea y Adolfo Suarez Illana. Con esos tres trajes oscuros y sus respectivas oscuras corbatas y unos semblantes cariacontecidos, pero circunspectos, sobre todo el de Egea, que apretaba los labios y blandía su mirada hacia el horizonte como si tuviera la certeza de que se le van a separar las aguas como a Moisés en ese profundo mar que ha de atravesar el PP después de estos resultados, teniendo para colmo las municipales en mitad de ese océano. Pero no sólo se trata de creer en uno mismo y esperar un milagro, sino de hacer autocrítica profunda. En honor a la verdad Casado se lo ha currado bien y mucho, pero tal vez no toda la gente que tiene a su alrededor y que se ha presentado en sus municipios ha ilusionado. Sobre todo en los casos de rostros, aunque jóvenes, muy amortizados y tenidos por el electorado como funcionarios de la política. Por supuesto, esto también pasa en los demás viejos partidos. Pero la realidad demuestra que en el caso del PP ha pasado más. Bastante más. Lo de la fragmentación del voto sólo son excusas de mal estudiante.

* Mediador y coach