En el otoño de 1918, cuando la I Guerra Mundial está a punto de finalizar, una epidemia producida por un virus (H1N1), que sólo sería aislado algunas décadas después, está ocasionando una mortandad inusitada que se ha calculado, globalmente, por parte de epidemiólogos e historiadores de la medicina en no menos de 50 millones de personas en todo el mundo.

La mal llamada gripe española tendría también un enorme impacto en nuestro país, en nuestra provincia de Córdoba. Como es conocido el adjetivo de española para nominar este fenómeno epidemiológico nos vino adjudicado no porque este brote epidémico tuviera sus orígenes dentro de nuestras fronteras, ni siquiera porque fuésemos el país más afectado por la propia epidemia gripal, sino porque al ser España un Estado neutral durante la guerra europea la inexistencia de censura de prensa, al contrario de lo que ocurría con los países beligerantes en el momento en que la moral de sus respectivas sociedades estaba bajo mínimos, permitía dar noticias diarias sobre su evolución al conjunto de la sociedad. Este importante y detallado caudal de información sería aprovechado por distintos canales de prensa y comunicación internacionales, casi desde el principio de la expansión de las diferentes oleadas en que esta epidemia se manifestaría durante el bienio 1918/19, para acuñar definitivamente, «gripe española», el nombre con el que ha pasado a la historia.

Y es que, por el contrario, parece que los orígenes de la epidemia gripal pudieron estar en algunas granjas del oeste medio de los EEUU, ayudando la entrada de este país en la guerra a partir de abril de 1917, con la llegada de un enorme contingente de soldados a los diferentes frentes de batalla, a los campamentos militares, a constituirse en un factor importante que nos ayuda a explicar la rapidísima difusión de la epidemia, el aumento importante de la morbilidad y de la mortandad en las filas de los combatientes y que esta epidemia terminara afectando, preferentemente, a una población no excesivamente envejecida y que terminara extendiendo sus efectos, no hay que olvidar la presencia de tropas coloniales pronto desmovilizadas, a todos los rincones del mundo.

Con relación a nuestra provincia, si ojeamos las páginas de los diarios del momento y ponemos atención a la información de carácter social que nos suministran tales diarios e, incluso, publicaciones especializadas, enseguida reparamos en que, junto a una importante profusión de noticias acerca de los conflictos agrarios que se vienen produciendo en los pueblos de la provincia, -en la antesala de una de las grandes oleadas de «agitación social» que fueron estudiadas en su momento por Díaz del Moral-, disponemos de una importante y también detallada información de algunas de las dimensiones más notorias del impacto de la epidemia (su evolución, número de víctimas por municipios, acciones de las autoridades políticas y médicas en su intento de controlarla canalizadas a través de la Junta Provincial de Sanidad que preside el gobernador civil Victoriano Ballesteros, necesidad de implementar medidas de higiene pública por parte de instituciones y ciudadanía, etc.).

Quizás, una de las cuestiones que nos recuerden mucho los momentos actuales de lucha en la contención de la actual pandemia de coronavirus sea, por un lado, esa propia recomendación de colaboración ciudadana en lo que se refería, en su momento y en aquella coyuntura, a mejorar por todos los medios posibles la higiene pública, considerado un elemento prioritario en la detención del avance de la epidemia gripal, y en los actuales, en esa insistencia también en cumplimentar por la ciudadanía la normativa y recomendaciones que las autoridades políticas y sanitarias nos vienen haciendo día a día. Pero, por otra parte, es igualmente resaltable y homologable en ambas situaciones el reconocimiento público que distintos medios y sectores institucionales realizan acerca del trabajo de los profesionales de la medicina que, entonces como ahora, constituyeron la primera barrera que intentaba detener aquella amenaza que se cernía sobre la sociedad del momento. En este sentido y porque, sin duda, fue uno de los profesionales de la medicina más prestigiosos habidos en nuestra ciudad y, desafortunadamente, una de las muchas víctimas de la profesión médica en Córdoba en aquel trágico verano de 1936, la revista especializada Ideal Médico, órgano de la Federación Sanitaria Regional Andaluza, que dirige el Dr. Ruiz Maya, recoge en algunos de sus números todo el conjunto de esfuerzos que se han venido realizando, tanto en los diferentes municipios, como a través de la Junta Provincial de Sanidad, para detener los estragos de la epidemia. La enorme dedicación y trabajo de los profesionales constituyeron entonces, como ejemplo Ruiz Maya, y constituyen ahora la gran barrera que nos puede hacer superar esta auténtica pesadilla.

* Catedrático de Historia Contemporánea