Tras ocho años de rescates, el Eurogrupo retirará el control directo de las finanzas de Grecia y lo sustituirá a partir del 20 de agosto por una «vigilancia reforzada». Las medidas excepcionales que se impusieron en tres rescates sucesivos han provocado heridas incurables en la sociedad griega. El Gobierno de izquierdas de Alexis Tsipras ha sabido conjugar las exigencias de Bruselas y una mínima estabilidad política y económica. El sacrificio de los griegos ha servido igualmente para salvar un proyecto vital para el continente como es la moneda única. Si los mercados hubieran ganado la batalla, la inflación recorrería Europa y el empobrecimiento hubiera sido peor. Con todo, no hay espacio para sentirse satisfecho. Los deudores pagaron mucho más caros sus errores que los acreedores. Grecia, Portugal y, en menor medida, España deben exigir a la UE un orden económico más equitativo. Las reformas que urden Merkel y Macron van en la dirección adecuada: mutualización de la deuda, unión bancaria, presupuesto común, presidente de la eurozona. Más transparencia, más control político de la economía... Eso evitaría en el futuro sufrimientos como el de los griegos.