Tuve el otro día una experiencia curiosa. Seguramente, increíble. No sé. Yo se la cuento a ustedes vosotros y vosotras, y que cada cual piense lo que quiera. Libertad ante todo. Por supuesto. Me encontraba en la granja de un amigo. Tenía la radio puesta. En las noticias oímos eso de que España es una nación de naciones. Estamos ya tan acostumbrados a las coces contra nuestra Historia que mi amigo y yo seguimos charlando como si hubiésemos oído que Cataluña es independiente. Entonces el perro se acercó y ladró: «Jefe, si España es una nación de naciones, ¿así pues esto es una granja de granjas?» ¡La que se armó! Los cerdos empezaron a aplaudir con las orejas. Gruñían sin parar. El gato mallaba dándose contra una viga. El burro rebuznaba coceando su pesebre. Mugía la vaca a la vez que agitaba el cencerro, como si se hubiese vuelto loca. Las cabras agitaban sus perillas doctorales. Sólo les faltaban las gafas para aparentar licenciatura. Las gallinas cacareaban como cotorras. El gallo, en lo alto del tejado, tosía de tanto reír. Las ovejas aplaudían juntas. Hasta las lombrices asomaban entre el estiércol. Mi amigo, por más que trataba de poner orden, no lo conseguía. Cada vez que los animales se calmaban, alguno de ellos soltaba un bufido, y todos rompían a reír con más estruendo. El perro, tirado contra una pared, repetía: «¡Una granja de granjas!... ¡Una granja de granjas!....». Les juro (u os juro) que conozco la rebelión de la granja de Orwel. Aquello que yo vi no era una rebelión, era un pitorreo. Ya sé que es impensable que los animales de una granja alcancen a saber si están en una granja o en una granja de granjas. Tampoco yo me entero con eso de que España es una nación de naciones. ¿Tres mil años de historia para llegar a esa conclusión? Ahora resulta que somos una nación de naciones. A ver cómo los que vivimos en esta nación de naciones nos enteramos de ese parto tras tres mil años de embarazo y se lo hacemos entender al resto del mundo. Una nación de naciones. Y nos quedamos tan tranquilos. ¡Qué pena que no oigamos reír a nuestros antepasados en el polvo que pisamos! Ya solo alcanzamos a que se rían hasta los animales de una granja. Porque a cuento de qué el perro de mi amigo hizo esa pregunta y se rieron los cerdos, el asno, las gallinas...

* Escritor