Alguien lanzó una granada en un centro de acogida de menores en Madrid. El mismo que Vox utilizó para ganar votos alentando la xenofobia. Todas las líneas de investigación están abiertas. Puede tratarse de un ataque ultra. Uno más.

La única verdad es la de un centro de menores absolutamente al límite, con sus empleados exhaustos de tanta impotencia y centenares de adolescentes viviendo en un polvorín. La situación debe abordarse de forma urgente, pero el debate debe ser sereno y libre de cualquier demagogia. La llegada de menores no acompañados ha tensado el sistema de acogida de un modo insoportable. Solo una pequeña parte de los recién llegados cae en la delincuencia. Pero generan miedo, también preocupación en la población extranjera, sus vidas ya son demasiado precarias como para añadir un extra de rechazo social. Al fin, solo son menores que arrastran infancias de miseria y que se han jugado la vida por perseguir un sueño. Necesitan acompañamiento, no una alfombra para ocultarlos. Menos aún una diana en sus cabezas. La ultraderecha se alimenta, devora todo lo que hacemos mal. Y después defeca odio.

* Escritora