Vísceras incrustadas en las paredes, el paquete intestinal por los suelos, la cabeza decapitada... Es todo lo que quedó del que fuera sostén y corazón de una de las más importantes industrias de España». Así relataban el asesinato de José María Bultó, presidente de la química Cros, al que el terrorista Carles Sastre y otros cuatro más del Exércit Popular Català adosaron una bomba al pecho y la hicieron estallar ante la negativa del empresario a entregarles 500 millones de pesetas. Cinco meses después del atentado, los terroristas salían de la cárcel beneficiados por la Ley de Amnistía de noviembre del 77 y dos meses más tarde repetían la acción con el exalcalde de Barcelona Joaquín Viola, quien también estalló por los aires junto a su mujer, Montserrat Tarragona. Huyeron a Francia pero fueron detenidos, juzgados y condenados a 48 años de cárcel, de los que solo cumplieron once. Este es uno de los muchos casos que certifican una mala aplicación del Estado de derecho en España, una anomalía democrática que ha generado auténticos monstruos, porque Carles Sastre, quien después fundó Terra Lliure, es considerado «un gran reserva» del independentismo catalán, como fue presentado recientemente en TV3. Sastre, que fue candidato de las CUP en las últimas elecciones europeas y uno de los puntales de Puigdemont en la cumbre independentista, explica por las universidades su «lucha» por la independencia y el día 8 colapsó media Cataluña con una huelga convocada por el sindicato que preside sin que nadie, absolutamente nadie, le rechiste.

* Periodista