No hay día, realmente no hay día que no amanezca con un nuevo investigado, acusado o dimisionario del PP. Los nombres de las operaciones policiales varían, también los lugares, pero la mancha de la corrupción se extiende por todo el país. Ladrones de millones y rateros de miserias. Sinvergüenzas de coches de lujo, vacaciones paradisiacas y tarjetas black conviven con fuleros y descuideros. Una comisión por aquí. Un carguito para algún familiar por allá. Y una mariscada para celebrarlo a cargo del contribuyente. Se ha robado tanto que ya hemos perdido la cuenta. Se ha robado tanto que ya no nos queda capacidad de sorprendernos. Y a todo esto, ¿qué hace Rajoy? ¿Duerme bien? ¿Le despierta alguna llamada con las nuevas detenciones o denuncias? ¿Se le atraganta el café? ¿Le sobreviene alguna inquietud bajo la ducha? ¿Revisa mentalmente los encuentros o las conversaciones telefónicas con todos los cazados por la justicia? ¿Recuerda todas las visitas de obras que realizó? ¿Qué siente cuando lee las portadas de la prensa? ¿Vergüenza? ¿Enfado? ¿Temor? ¿Cómo se vive cada día cuando se es el presidente de un partido atestado de delincuentes? Y aún más, ¿cómo se preside un país cuando se carga sobre las espaldas tanta podredumbre? Los interrogantes podrían extenderse más allá de este artículo, cubrir el diario entero y aún continuar. Aunque la gran cuestión sería: ¿por qué 7.941.236 personas premiaron el cinismo con su voto? H

* Escritora