La prueba de vida de las obras de arte verdaderas es su capacidad para ofrecer lecturas casi infinitas a lo largo del tiempo. Ver ahora (gracias a La 2 de TVE), setenta años después de su estreno en España, el filme El tercer hombre, basado en la novela de ese título de Graham Greene, nos muestra ante todo el empobrecimiento desde entonces del arte cinematográfico y el envilecimiento de los públicos, pues la plenitud artística de la película (a fin de cuentas lo que hoy se llama un thriller) fue compatible con la buena taquilla. Pero, además, permite apreciar con más nitidez que entonces la hondura casi insondable de los dilemas éticos que plantea, la inmortalidad de las grandes cuestiones y, sobre todo, el modo en que una gran pasión amorosa puede ser ese material más duro que, al sobrevivir a la erosión de los otros elementos, acaba haciendo la geografía y los mapas.