No creo que nadie discuta a estas alturas que el grafitti es una de las culturas urbanas más expandidas a nivel mundial. Es un campo de cultivo artístico con mucho potencial. Nadie pudo imaginar que se iba a convertir en una cultura básica en la sociedad actual internacional. No me refiero al grafitti de emborronar las fachadas sino a aquellos que interpelan a los ciudadanos y les proponen un estimulo para la reflexión y el buen gusto. Esta estética se convierte, muchas veces, en un grito reivindicativo.