Acabada la fase del juicio oral del «caso procés», y con independencia de la sentencia que se dicte en su día, hay que agradecer la impagable labor realizada por el juez Marchena, presidente del tribunal, que ha dirigido sus 52 sesiones; y con él, al resto de magistrados que conforman la sala. Gracias por la defensa de la ley y el Estado de Derecho. Gracias por evitar el espectáculo que algunos perseguían con este trascendental juicio, buscando el desprestigio de España y su justicia. Gracias por ser la cabeza visible de un poder que es el último bastión y garantía de la legalidad frente a las arbitrariedades y abusos de los totalitarismos. Gracias por el difícil equilibrio logrado en la dirección del juicio respetando a acusados, acusaciones y defensas. Gracias por frenar la arrogancia de los arrogantes y la insolencia de los insolentes, eludiendo sus malicias enredadoras. Gracias por sus lecciones prácticas de Derecho y por enseñarnos que basta y sobra con el dominio de la lengua española para ejercer la autoridad en una sala. Gracias por generarnos la esperanza de que aún quedan en España espacios de respeto a la justicia y a la libertad. Gracias por toda la paciencia demostrada. Y gracias porque sin pretender ser juez estrella, ha brillado con luz propia.