El mundo regresa de las vacaciones de verano aún más convulso que lo dejamos en julio; la división entre bloques se acentúa, resquebrajando equilibrios estratégicos sustentados por décadas, y la tensión política y el debilitamiento de la economía mundial se confirman con datos contrastados. De igual manera, los graves conflictos regionales y nacionales (brexit o la imposibilidad de formar gobierno en España) se agudizan de tal forma que el Reino Unido se encamina hacia una salida por la bravas de la Unión Europea y España, de nuevo, a elecciones generales, las cuartas en cuatro años, un récord.

Todo ello sucede al tiempo que la palabra tronante, ofensiva y amenazadora de los más feroces se hace más presente y ordinaria. Ya no les basta con romper los diccionarios al abrir la boca, sino que buscan (desean) y se solazan disfrutando del dolor que infligen a quienes atacan.

La flamante portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo, es un buen ejemplo. El pasado jueves, en su invectiva contra la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, a propósito de un debate sobre el Open Arms lanzó, entre otras muchas palabras como flechas, lo siguiente: «Es usted hasta tal punto impúdica exhibición del mal gobierno que encararse con usted sería no ya necesario y urgente, incluso diré que gozoso». Sí, gozar agrediendo con las palabras. Oratoria sádica.

Así andamos, golpes de estado a la inglesa en el Reino Unido y un interés expreso en la oposición política española para que nada funcione. Porque todo huele a nuevas elecciones para otoño; porque Ciudadanos se echó al monte del nacionalismo español y Unidas Podemos ha decidido que la única manera de salir de su fenomenal crisis es atrincherarse tras la mesa del Consejo de Ministros mientras hace la vida imposible a los socialistas. Todo muy patriótico; dejar que encalle el país parece ser que es la mejor manera que tienen algunos partidos para acceder al poder o, acaso, sobrevivir a su moribundia.

Entretanto, la palabra, la mala palabra, continúa realizando a la perfección su trabajo de plaga de termitas política y social. De continuar de esta guisa, más pronto que tarde, el rival político no será en absoluto el adversario a batir en las urnas, sino el mal a extirpar con gozo, como ha manifestado con total claridad la señora portavoz de los populares en el Congreso de los Diputados.

* Periodista