Nunca antes los lugares de ocio fueron tan peligrosos para nuestros hijos. Pero es que tampoco los hijos de la gente fueron tan peligrosos como lo son ahora. Es cierto que cuando los jóvenes salen hasta tan altas horas de la madrugada, los padres, que pertenecemos a otra época donde todo era más proporcionado a la vida finita que se nos ha otorgado, no podemos conciliar el sueño. Una inesperada llamada telefónica es lo peor que pueden recibir unos progenitores. Y el libertinaje que practican los adolescentes se está volviendo intolerable. No pretendo ser alarmista ni tampoco anticuado, pero la sociedad de hoy se está erigiendo toda ella en un error de cálculo. Incluso ahora existen discotecas para jóvenes más niños todavía, seguramente creadas para que esta sociedad de consumo sea adoctrinada al ocio sin control desde la tierna infancia/adolescencia; sé, por poner un ejemplo, que las niñas chicas que van a estas discotecas, muchas de ellas, las lleva su padre y las recoge con una vestimenta pero cuando entran en el lugar van al servicio y se ponen medio en pelotas en un despertar sexual descontrolado y por tanto con consecuencias imprevisibles ¿De que nos sirve tanta información en los colegios si se la decimos para peor? La cuestión es que se han esfumado principios fundamentales para el equilibrado desarrollo de la personalidad. Miren si no la hora de llegada a casa de los niñatos cuando salen por la noche: no tienen límite, o sea, no tienen principios. Peor todavía es la edad mínima para ir a la disco. Pues bien, a esta maldita educación, llena de edades impropias, actitudes deshonestas, alcohol desmedido y drogas diseñadas para provocar el caos, nadie es capaz de ponerle freno: ni padres ni profesores y mucho menos, claro está, los empresarios de la noche que han encontrado un filón en la poca vergüenza. Los padres porque no pueden con los hijos y temen lo peor si los contradicen, los profesores porque no se sienten con autoridad y los empresarios de la noche ni lo piensan porque las multitudes descontroladas dejan todo el dinero en la barra. Los patrones de éxito se están relacionando con el exceso de todo tipo y la juventud se vuelve violenta. Entonces los padres callan con tal de que la retoña vuelva a casa, los profes, dan su clase y se marchan sin motivación y de los empresarios solo cabe esperar colocar en las puertas de los negocios porteros titulados en artes marciales para que los protejan ante la violencia que muestran las mismas personas a las que permiten entrar. Creo que estas discotecas tempranas deben estar prohibidas pues no son espacios de rebeldía sino escuelas de corrupción.

* Abogado