Bien orquestado, como dibujado en un plan escrupuloso, el pasado domingo se perpetró un golpe de estado en Bolivia, que acabó de un plumazo con la constitucionalidad del país. Detrás del mismo encontramos varios actores: las fuerzas opositoras que perdieron las elecciones del 20 de octubre, la Organización de Estados Americanos (OEA) que emitió informe señalando la necesidad de repetir las elecciones a lo que accedió el presidente Evo Morales, la oligarquía boliviana (sobre todo cruceña) que llevaba años rumiando la venganza sobre las políticas sociales e impositivas que les afectaban directamente, sectores de la Policía y del Ejército, que pidieron a Evo Morales que renunciara a la Presidencia y, todo ello, con la supervisión de la Embajada de Estados Unidos en La Paz y el silencio cómplice de la Unión Europea.

La situación económica, después de 14 años en el poder del MAS (Movimiento al Socialismo), ha cambiado de forma sustancial, encontrándose Bolivia en uno de sus mejores momentos económicos. La recuperación de los recursos naturales del país a manos del Estado ha supuesto mayores ingresos para las arcas, invirtiendo en carreteras, comunicaciones, salud, educación, mejoras de los salarios básicos, pensiones, etc. Hemos de recordar que en 2005 las empresas multinacionales que trabajaban los recursos naturales (Gas, Petróleo, Minería, Litio, etc.) en el país pagaban un 18% de impuestos o regalías y su beneficio era del 82%. Tras la llegada de Evo Morales esos porcentajes se revirtieron pasando a pagar las empresas el 82% de impuestos y tener un 18% de beneficios (que no es poco).

En estos momentos Bolivia vive una persecución de cargos públicos del MAS, secuestros, quema de casas y la mayoría de los cargos gubernamentales y congresistas están huyendo del país. México ha ofrecido su embajada para dar asilo político y trasladar a dichos cargos a su país, condenando sin paliativos el golpe de estado al igual que Argentina. Parece que Evo Morales no ha aceptado dicha invitación y se desconoce si sigue en La Paz o ha regresado al trópico cochabambino de donde procede.

Mucho me temo que esto no va a quedar así, sin más. Los campesinos, grandes sectores indígenas (mayoría en Bolivia) inician una serie de enfrentamientos, protestas, cortes de carreteras, aeropuertos... Que pueden desembocar en un baño de sangre (guerra civil) que nadie desea. En Bolivia ha sido usurpada la vía pacífica instigada por la derecha más recalcitrante, que ha ido perdiendo privilegios de siglos desde la llegada el poder de Evo Morales.

Hemos de condenar, inequívocamente, la realización del golpe de estado. Subvertir el orden constitucional debe ser condenado por toda la comunidad internacional. Es muy peligroso que vuelvan a América Latina las historias recientes de golpes y revoluciones no democráticas. Manifestar también mi sorpresa por el ridículo de las acciones internacionales. Baste decir que mientras en Chile el Presidente Piñera reprime a fuego del ejército a la población (20 muertos y 500 heridos) sin que nadie levante la voz, en Bolivia se han prestado a apoyar o no condenar el golpe contra la democracia y contra el presidente Morales. Como siempre distintas varas de medir según los intereses en los que cada país se posicione. Vergüenza del Siglo XXI.

* Experto en Relaciones Internacionales y Cooperación