En menos de 48 horas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han alcanzado un acuerdo para formar un Gobierno de coalición. Lo que durante meses fue un imposible, se ha hecho realidad en un corto periodo de tiempo. Para ello ha sido necesario que Sánchez transigiera con la presencia en el Ejecutivo de Iglesias como vicepresidente, algo que en verano era una línea roja innegociable. Si entonces los dos partidos hubieran alcanzado un acuerdo similar, la ciudadanía no hubiera tenido que volver a las urnas, España se habría ahorrado un largo periodo con un Gobierno en funciones y Sánchez e Iglesias, además, no habrían visto dañado su prestigio. El precio a pagar en esta extraña negociación no ha sido pequeño.

El acuerdo es una buena noticia en tanto en cuanto es el primer e imprescindible paso para desbloquear el escenario político en España. Un pacto, además, que ha llegado con celeridad, lo que evita que se repita una negociación casi en directo como la posterior al 28-A. En caso de que logre el apoyo parlamentario, se normalizará en el Gobierno central lo que ya es habitual en ayuntamientos, autonomías y el resto de Europa: un Ejecutivo de coalición.

Una fórmula imprescindible dado que el bipartidismo ha sido sustituido en el Congreso por el multipartidismo. Ahora bien, PSOE y Unidas Podemos deben evitar con lealtad mutua convertir el Gobierno en dos ejecutivos en uno, como temía el PSOE en la anterior negociación. Un Gobierno debe estar cohesionado y unido. Hay ejemplos próximos (en Italia con el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga de Matteo Salvini) de que un Ejecutivo de coalición poco cohesionado equivale a una crisis política permanente y, lo que es peor, a una parálisis que en nada beneficia al país.

Las dudas en este sentido de Pedro Sánchez tras el 28-A tenían fundamento, la cohesión interna y actuar con una sola voz será uno de los retos de este Ejecutivo si llega a gobernar. Hay trabajo por delante, no basta con un abrazo ante las cámaras de televisión. El acuerdo es un pacto de coalición «progresista» para toda la legislatura que marca a grandes trazos, sin entrar en el detalle de políticas concretas, las prioridades en materias como economía, empleo, lucha contra el cambio climático e igualdad. En materia económica, España necesita trabajar en el marco de las directrices de la Comisión Europea, un hecho que Pablo Iglesias deberá aceptar y apoyar.

Que sea un Gobierno progresista no debe implicar que sus políticas sean de bloque, dirigidas tan solo hacia sus partidarios ideológicos. Como todos los gobiernos, si logra el apoyo del Parlamento, debe gobernar para todos.

Más allá de la retórica, para todos se acerca la hora de tomar decisiones importantes, empezando por la investidura.