En este verano, celebramos los cien años del nacimiento de Gloria Fuertes, la poeta «católica e inconformista». Su obra poética, testigo de una época y fiel reflejo de su frescura, de su humor y de una lógica diferente, llamativa e inspiradora, a la par que su honda fe en Dios y su mirada hacia los más débiles la convierten en un referente del que podemos obtener pistas para dialogar con nuestros contemporáneos para los que parece que esa relación ha podido quedar anquilosada o estar aún por estrenar. Ella misma se definió como «católica e inconformista desde que tengo uso de razón». La poesía de Gloria Fuertes ha de recuperarse no sólo por ser testigo de una época, sino como expresión de su afectiva lírica, que maneja el humor con una función contestataria y desmitificadora ante la angustia y el dolor que le produce el entorno social, trascendido a menudo a una dimensión universal. En sus poemas podemos espigar múltiples pautas de este humor que se alza ante el sufrimiento de las personas: «Hay que tener un buen par, / de lágrimas, / para ser poeta y gritar así, sin poesía, / que el pueblo sufre y no tengo derecho / a hundirme, / porque mi personal situación / es catastrófica». De familia sencilla, quedó huérfana de niña, con lo que debió luchar para subsistir en los difíciles años de la guerra civil y de la posguerra: «Cuando yo nací, / el padre de servidora / ganaba al mes, / lo que la limpiadora / gana ahora a la hora». Poeta no del todo reconocida para la crítica es, sin embargo, entrañable para el público en general, más allá de nuestras fronteras. Gloria Fuertes está en la raíces de lo que representa el concepto de metáfora, el gusto por un lenguaje capaz de decir más de lo que dice: «La luna es un globo que se me escapó», cantaba la letra que compuso para el famoso programa infantil de Televisión Española. Pero Gloria, con sus poemas rebosantes de ternura, ha ofrecido también preciosos mensajes. Lo que realmente protegió y cuidó de su vida fue el convencimiento de que es la verdad la que nos salvaguarda o, como dice Jesús en el evangelio: «La verdad os hará libres» (Jn 8,32). La verdad libera a nuestra poeta: «Me hice libre. / Vivo libre / en esta inmensa celda / de castigo que es la tierra. / Decir la verdad / me desencadena». O este poemilla titulado «Tren de tercera edad»: «Y ahora, / a envejecer bien / como el jerez. / Ser también útil de viejo, / ser oloroso, / ser fino, / no ser vinagre, / ser vino». Gloria Fuertes nos muestra una relación con Dios de lo más natural, inserta en lo cotidiano, que engarza con la tradición bíblica, otorgándole un toque especial de ternura que aproxima al corazón del lector el misterio divino. En esencia, su visión divina se condensa en este poema: «Dios es humor / y sobre todo (y nunca mejor dicho) / es Amor... / Dios nos guiña un ojo, / lo mismo a un azul que a un rojo». Gloria habla de la sabiduría divina con tal familiaridad que ahora sí que cualquiera puede entender lo que ello expresa: «Él sabe dónde vamos / de dónde venimos. / Dios, en cuatro palabras / es el único que /se las sabe todas». Quizás sea refrescante para el espíritu leer este verano algunos de sus libros.

* Sacerdote y periodista