Hoy es ocho de abril, víspera del Pueblo Gitano. Pero no podemos celebrarlo como veníamos haciendo porque este año estamos confinados... Nosotros, tan acostumbrados a la algarabía. Y por ello, aunque toda la sociedad está sufriendo por este mal bicho, me van a permitir que, sin dejar a nadie por detrás porque hay más días para más, dedique hoy en exclusiva esta columna a los calés. A ese pueblo en el seno donde nací con suma devoción, pero hoy, gracias a Dios, también con pleno derecho.

Si algo nos ha caracterizado a lo largo de los siglos, ha sido nuestro irrenunciable apego a la libertad y en consecuencia a ser protagonistas de un desafío histórico al poderoso de lo más heroico; por hacerlo sin armas, solo con actitudes. ¿Puede haber historia más digna? El Pueblo Gitano hoy es muy plural con la apertura de las oportunidades que ofreció la democracia, pero idéntico en lo esencial: el espíritu liberal que siempre hemos llevado a gala desde mucho antes del acaecimiento de las revoluciones sociales.

Porque profanos deben saber que en el pasado no se nos persiguió por ladrones sino por insistir en trabajar en lo nuestro, pero que estaba reservado para otros. De ahí que la primera pragmática anti gitana de 1499, o sea, de antes de la unión política de España, no hablara de perseguir a los gitanos por ladrones sino por caldereros. Esto dio lugar a la clandestinidad y de ahí a la persecución y, por tanto, a lo considerado delincuencia; de aquellos injustos polvos estos más injustos todavía lodos. Pero la democracia que nosotros llevamos insertada en los genes al final venció y desde el 1978 se nos está rescatando.

Por eso, a pasos agigantados infinidad de familias han ido normalizándose, aunque aún queda bastante debido a 500 años de exclusión. Pero siempre -y hoy también- con la independencia individual como santo y seña; cualquier ámbito laboral sabe que a los profesionales gitanos de cualquier disciplina, que suelen ser especiales, se les tiene que dejar un cachito de anarquía en sus desempeños para que desarrollen sus capacidades por encima de la media; pues hoy, esos, estamos confinados.

También tenemos a los artistas, ese numeroso grupo social gitano que conservó la esencia del flamenco de generación y generación y nos lo hizo llegar hoy para disfrute de todos y que son trovadores de la alegría y que con sus bolos van de un lado para ganarse el pan, pero también dándose a sí mismos la libertad que precisa su idiosincrasia. Pues bien, los artistas flamencos estamos confinados sin ganar una pesetica pues no hay evento donde ir a tocar. Y ahí tenéis a los miles de chatarreros trabajando de sol a sol ganándose los favores de los talleres de tal manera que son tan constantes y currantes que llega el momento que en vez de ir a buscar chatarra ya son reclamados por los mecánicos y derribos para ir a recogerla. Y ello es por esa especial amabilidad y buena sombra que caracteriza al gitano cuando quiere llevar la olla a sus niños. Pues los chatarreros estamos confinados a expensas de los ayudas sociales en alimentos.

Y también ahí están los vendedores ambulantes, que la verdad es que nos gusta ese trabajo porque no tenemos jefes y vamos de un mercadillo a otro, o sea, errantes como siempre; pues estamos confinados con todos nuestros géneros muertos de asco en las furgonetas y pasando las de Caín. Los vendedores de coches sin moverse, y, por tanto, sin clientes, y los tratantes de ganado, sin feria alguna ni trato que se precie, pero tratando a nuestros animales como a nuestros hijos y poniendo más pienso mientras miramos al cielo de donde vamos a sacarlo dentro de poco. Los tratantes, estamos confinados.

Y no me puedo olvidar de esa ya generalizada llamada de Dios, el cristianismo evangélico que ha conquistado al pueblo gitano porque nos permitió organizar nuestros propios cultos, predicar la palabra con tanta sabiduría y gloria como el mejor alumno salido del seminario por haberla estudiado con el amor que se precisa y también cantar fuerte al Creador en locales o en las calles sin temor a tacharnos de salvajes. También estamos confinados, pero sin dejar de orar solos en nuestra alcoba por los demás, imitando a Cristo que estuvo en cuarentena en el desierto y no se llevó a nadie y ello le sirvió para terminar de desarrollar su divinidad.

En definitiva, el pueblo gitano también está confinado porque se solidariza con no contagiar a nadie. Sí, estamos confinados. Pero si me permiten y sin ánimo de molestar porque ya os he dicho que hoy es el día de los gitanos, lo único distinto es que nuestro confinamiento tiene, si cabe, un doble mérito por nuestro apego a la libertad ya que ningún tirano en toda la historia pudo arrebatarnos esa tendencia tan humana a irnos a los campos, a los ríos, a las ferias, a los cultos o a los mercados.

Pero todo cambia cuando hablamos de enfermedades de nuestros semejantes porque la salud la valoramos tanto como la libertad. De ahí que nuestro saludo y brindis siempre sea: Salud y libertad. Pero también, aparte de ese precioso romanticismo, tiene doble mérito nuestro confinamiento porque la situación económica es desastrosa para la inmensa mayoría de nosotros porque nuestros oficios tienen mucho que ver con poder salir a la calle; no hay teletrabajo posible para un chatarrero o un vendedor ambulante.

Ruego que, en esta penosa situación, este doble mérito del confinamiento gitano sea mostrado a los que tanta mentira sueltan y que nos critican para perpetuar una imagen negativa y así saciar sus fauces sedientas de discriminación. Ojalá los racistas cambien. Porque son esos los que tienen que cambiar y no nosotros.

* Abogado