Quizá fuera porque la esperanza de vida era brevísima, pero en la antigüedad con 12 años ya te consideraban hombre con derechos y obligaciones mientras que hace apenas un siglo, con 14 años, te quitaban los pantalones cortos y... al campo, a trabajar que ya eras un hombre. Incluso cuando uno volvía de los tres años de mili (toma castaña) y a los 21 no tenía novia ya iba para mozo viejo. ¡Y qué decir de las mujeres! Cualquier niña a los 16 años había sido ya preparada para llevar una casa y todas las responsabilidades de la familia en solitario. Digo todo esto porque me sorprendió recientemente oír a un joven de 19 años referirse a una conversación familiar que teníamos como «cosas de mayores». Aunque también parece lógico cuando ahora la adolescencia termina con el último máster, allá por los 30 años bien pasados.

Lo curioso es que, paralelamente a como se alarga la niñez y la adolescencia ocurre algo curioso con cómo se comporta la gente a cada edad. Verán: como escuché a un sociólogo, hace siglos el mundo cambiaba tan despacio que no había problemas entre generaciones: lo que pensaba, aspiraba a ser y conocía el abuelo era el mismo mundo que vivía el padre y el que conocería durante toda su existencia el hijo. No había diferencias entre generaciones. Fue en los años 50 y 60 del pasado siglo cuando entre una generación y otra sí que había ya un mundo nuevo y dos generaciones sin entenderse. Ahora, el mundo va tan rápido que como hablan, viven, sienten y usan las tecnologías los de 14 años no tiene nada que ver con la generación Z, la de 18 años, ni con la de los también jóvenes de 30. ¿Se han fijado en los anuncios de televisión actuales? La jerga, la comunicación visual y los estereotipos usados para dirigirse a los catorceañeros nada tienen que ver con el anuncio que tiene su target en el de los 20 ni este con el de los 30, más próximo a entender a alguien de 60 años que a alguno de 14. Quizás porque el mundo va tan rápido que ya no deja tiempo a madurar mientras se tarda más en crecer, que son dos cosas distintas.