Tan brillante y magistral como apasionado e intenso, así fue el fiel e inmortal idilio literario de Pablo con Córdoba.

Un príncipe de las letras que rescató a su amada y bella dama durmiente, en el seno de la cual nació, creció y murió; y a la que dedicó su rica, bella y elevada producción literaria, ensalzándola siempre, pero sin renunciar a decirle la verdad de forma precisa y envuelta en nostalgia.

Nunca se irá Pablo, de Córdoba. Nunca su poesía y su prosa dejarán el corazón de una ciudad que recíprocamente le amó, como él lo hizo con ella.

Porque, discreto, sensible y profundo, Pablo encarna el espíritu de Córdoba, que pocas personas como él supieron desvelar. Es el poeta de Córdoba por antonomasia.

Humano y afable en su trato; todos los que lo consideramos nuestro amigo inmortal, no dejaremos por eso nunca de glosar su inmensa valía literaria y vital, que unánimemente ha sido y será siempre reconocida por todos los cordobeses; con esa unanimidad que solo está reservada a los verdaderamente grandes.

García Baena ha sido un regalo para Córdoba y la literatura española, y esa es la razón de que su huella permanezca perennemente entre nosotros.

* Cronista oficial de la ciudad de Córdoba