Al día siguiente del estreno empezaron a llegarme mensajes. «Oye, en serio, ¿el ajedrez es así?» Pensando mis amistades de pronto que en mi club nos dedicamos a ir de hotelazo en hotelazo, traje arriba y abajo, y que el ajedrez es como el fútbol y el cine juntos. Qué va. La serie es buenísima y tiene flow. Acierta en muchas cosas y las concesiones al dramatismo que hace no son estrafalarias por completo. Anya Taylor-Joy lo borda. Pasa con las series algo que no sucedía con las películas, y es que en mitad del rodaje de una, la actriz que es en esa secundaria se vuelve en otra estrella mundial, y en la temporada nueva se le queda pequeño el traje. A Gina Gray, personaje de Taylor-Joy en ‘Peaky Blinders’, parece esperarle un destino impropio de un personaje interpretado por la actriz de Beth Harmon. Por favor, Gina, no enredes en Birmingham.

Es difícil hacer una serie de ajedrez por lo mismo por lo que es difícil hacerla de escritores. No puedes dejar la cámara puesta en el acto de jugar o escribir, cinco horas de plano fijo sin movimiento del personaje, salvo algún rictus ocasional. Por eso en las películas salen los escritores tecleando como locos diez segundos o leyendo un párrafo o rompiendo folios, y los ajedrecistas moviendo rápidamente para terminar la partida. Pero refleja bien la serie una manera ya antigua de entrenar y estudiar ajedrez. Hoy todo se hace con el ordenador, pero el principio es el mismo: memorizar las soluciones encontradas en otras partidas, entender por qué funcionan, para aplicar sus principios; y anticipar los problemas que va a proponer el adversario. El ajedrez no deja de ser un debate de siglos sobre las mismas cuestiones, y aportar algo nuevo pasa por conocer lo anterior.

Transcurre la serie en una de las épocas doradas del ajedrez, o al menos en la que nace el ajedrez más científico, tras la decadencia del ajedrez artístico y bohemio del siglo XIX. De esa elegancia no queda rastro hoy (culpa de los jugadores, seguramente). Del lujo de los salones de juego, tampoco. El ajedrez es una disciplina maltratada e infrasufragada, y lo cierto, como se denuncia en algún momento de la serie, es que a la administración no le tiembla el pulso al poner a deportistas de primer nivel a competir en polideportivos o instalaciones que no recuerdan la última vez en la que se desinsectó.

Aciertos: el respeto al talento sin importar la edad, el placer de pasar la tarde en el triángulo tablero-libro-café, la lentitud del mundo analógico y cómo fomentaba el pensamiento. Disparates: no se puede jugar bien drogado. No es que no pueda ganarse en esas condiciones, pero la capacidad merma, no aumenta. Se ganará a la oposición que no castigue una capacidad mermada, pero difícilmente a maestros.

En Córdoba, no obstante, jugó unas partidas simultáneas Alekhine, en el Círculo de la Amistad. Antes de bajarlo al salón, lo metieron en una bañera de agua con hielo para paliarle la borrachera monumental que llevaba (escena calcada en la serie). Y ganó.

* Abogado