Es difícil de imaginar que si Pedro Sánchez buscara en nuestro pasado cercano un escritor que encarnara con mayor perfección el ideal progresista que alienta su acción gobernante, encontrase un modelo más acabado que el representado por D. Benito Pérez Galdós, del que de aquí a pocos días se conmemorara el centenario de su muerte en Madrid. Es igualmente probable que el líder socialista y, sobre todo, muchos de sus seguidores más ardidos se sorprendan con el dato o noticia de que el escritor grancanario fue un entusiasta del oficio castrense y, singularmente, de la oficialidad de sus unidades regulares. Tal empatía, claro es, en nada empañó el sentimiento de civilidad que impregna el vasto universo de su obra ficcional, así como la no menos considerable, periodística.

La acomodación de las fuerzas armadas a sus estrictas funciones constitucionales y su indiscutida subordinación al poder civil son un indicador fiable de la modernidad de las estructuras político-sociales de un país. La Restauración canovista resulta estimada como un periodo en el que el Ejército, tras largos años de mando político -pretorianismo isabelino-, regresó a los cuarteles y dejó en manos civiles la rectoría de un régimen surgido de un pronunciamiento más. Pero, como es obvio, la influencia si no la caución castrense gravitó sobre todo el ancho periodo de la Monarquía de Sagunto. El autor de Fortunata y Jacinta no gastó muchas expensas en el análisis de tema. Al igual que sucediera con la religiosa y, en parte, por las mismas razones familiares, la cuestión castrense, las vicisitudes del Ejército durante el sistema canovista tuvieron gran incidencia en el mundo íntimo del novelista, hijo, hermano y pariente de militares. Tales lazos, junto con su admiración -a las veces, arrobada- por el papel que jugaran las fuerzas armadas en el nacimiento y afianzamiento del liberalismo hispano, motivaron con cierta verosimilitud que D. Benito no se ocupase de la tensión civilismo-militarismo manifestada en más de un tramo del recorrido de la Restauración. Con todo, es muy significativo que ni en su obra narrativa ni aún menos en la periodística revelara mayor interés por la enorme transformación que, coetáneamente, experimentaba el estamento militar bajo la III República Francesa, cuyo encarnizado combate modernizador equiparó, en sus metas primordiales, la institución castrense con la eclesiástica. Apoyándose en ciertos pasajes de su historia reciente, Galdós, hombre de progreso enraizado familiarmente en un humus tradicional y conservador, albergaba la firme convicción de un Ejército vinculado por instinto con el avance de las libertades, de las que en trances cruciales se manifestara como adalid y protector.

* Catedrático