La decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de negar el cambio climático y hacer valer los intereses económicos de las industrias contaminantes y de los productores de petróleo añade un motivo más de preocupación a los que creemos que estamos dejando sin futuro, si no a nuestros hijos, a nuestros nietos y a las próximas generaciones. La visión apocalíptica de algunas novelas, como La carretera de Cormac McCarthy, está cada día más cerca, incluso si se dejan de lado las amenazas belicistas de estos dirigentes de opereta que afloran como semilla envenenada en un mundo que retrocede. Basta con contemplar la nube de contaminación que invade Pekín y a sus ciudadanos protegidos con mascarillas, o las imágenes del deshielo en los polos. Pero la brutal visión cortoplacista de este indeseable líder mundial, aunque al final tenga que recular en sus insolidarios planteamientos, hace ver que el dinero lo puede todo y que los seres humanos somos poco capaces de actuar por el bien común. Solo confío en que el movimiento mundial y la creciente convicción ecologista de las sociedades avanzadas consiga presionar a nuestros dirigentes. Mientras, el futuro se va reduciendo, al igual que la esperanza.

<b>Pedro Martínez</b>

Córdoba