Le dije a Jacinta, que ya atendía su puesto de verduras:

«Después de que en las vísperas del 8-M los dirigentes de PP consideraran la manifestación del Día Internacional de la Mujer como partidista e ideológica y otras lindezas, como la propuesta de la ministra de Agricultura de hacer una «huelga a la japonesa» (es decir, ir a trabajar hasta deslomarse) o la de Rajoy, que la catalogó de «elitista, insolidaria y que provocaba el enfrentamiento entre hombres y mujeres», más tarde, el ministro portavoz del Gobierno, Méndez de Vigo, declaró que «la acción de su Gobierno siiiempre (muy enfatizado) ha ido encaminada a la igualdad y así seguirá...». ¿Y qué decir de Albert Rivera, que se negó a apoyar «la huelga feminista porque no somos anti-capitalistas»? Este también la consideraba ideológica y feminista en un sentido peyorativo. Para él, solo el capitalismo es trasversal como si estuviéramos viviendo en Babia y la huelga se hubiera organizado en Marte».

«De hecho, los dirigentes de estos partidos de la derecha capitalista, declaran ahora que la huelga de las mujeres fue un gran éxito «trasversal». Sí, ha sido trasversal: ha atravesado el país en manifestaciones multitudinarias y le han pinchado el trasero con la misma aguja con que las mujeres zurcen los descosidos de la precariedad. La desigualdad ante el salario es trasversal, la violencia de género es trasversal, las diferencias en la jubilación son trasversales, la dificultad para acceder a altos puestos institucionales o directivos en las empresas es trasversal. Y si el voto de las mujeres contra las injusticias que sufren fuera siempre trasversal, no las alienara de su ser genérico, separándolas en las urnas, los más de cinco millones de manifestantes que salieron a las calles de toda España incapacitarían a esos dirigentes para gobernar un país donde el 51% de su población son mujeres».

«Porque todas las respuestas de sus políticas económicas a esta desigualdad no son trasversales: muchas son elitistas, insolidarias y discriminatorias, cuando no simplemente machistad y explotadoras. Después de la fanfarria, no se olvide que la brecha salarial, meollo de la protesta, es de un 24%, más la parte alícuota de los 19 millones de horas semanales no pagadas, que el empresariado se ahorra. La mujer trabajadora es un chollo para los empresarios y yo me pregunto: ¿Cuánta «trasversalidad» podrán digerir los beneficios verticales de las empresas privadas?».

«Así es que la justicia distributiva está en otras cumbres y se necesitan otras políticas para escalarlas. Pero, como un eclipsi no apaga el sol, permítame ser optimista: de esas cumbres saldrá un día la luz que alumbrará un mundo nuevo. La mujer es la aurora».

--¿Y el hombre qué? --me encaró Jacinta tras la perorata.

--Cuando le preguntaron a Job quién era, respondió: «Soy hijo de mujer».

* Comentarista político