Córdoba, que disfruta o padece 48.550 funcionarios, era en una comprobación no antigua la tercera en España en número de parados, la provincia 48 en renta per cápita, y en ella se han disuelto el 20% de sociedades en tanto que en toda Andalucía 6,2%. ¡Un paraíso, vamos!

Sus iconos están por los suelos: por ejemplo, por el Córdoba CF, que en su día fue semifinalista de la Copa y quinto en la Primera División, ofrece miseria y ahora deberá recuperarse tras su venta.

Y conste que nuestra ciudad no ha levantado cabeza ni gobernada por comunistas, ni por socialistas, ni por peperos. Ni una prueba ha salido bien; luego, no es eso.

En lo único que sobresale nuestra ciudad es en procesiones y en carnavales.

Sí, es verdad: tiene una plaza de toros de primera, pero en ella solo se dan un par de corridas al año. Tiene una Real Academia, pero sin sede propia, desde que las termitas --invencibles para el Ayuntamiento-- la echaron del caserón de Ambrosio de Morales. Tiene una buena orquesta, pero de prestado en teatros --diseñados para la palabra, no para el sonido musical--; sin auditorio. Tiene una estupenda platería, pero no útil para todos por lo sumergida que está. Tiene buenos caballos, pero las Caballerizas Reales siguen siendo ajenas. Tiene una feria, que ya no es ni de ganado, pero en el quinto pino, por lo menos para quienes estábamos acostumbrados a tenerla a la mano. Tiene sí, bellas mujeres y patios preciosos y un gran río, gran rey de Andalucía, con las orillas comidas por la arboleda; donde desde hace años se pescaba hoy ni siquiera se ve el curso de agua. Tiene una sierra próxima que es una belleza, pero todo el mundo suspira: ¡lo que haría Sevilla con una sierra como ésta! Tiene un Julio Romero que estaba en los billetes de cien pesetas y que vale millones; el turismo a su museo no se lo puede quedar el cabildo, que ha de pararse ante la carne de la mujer morena; aunque se refiere a ella como complemento sensual a la rigidez vertical de las columnas de la Mezquita, muy presente, por cierto, en los fondos de los cuadros de Julio.

Si formalizáramos una lista de lo que Córdoba no tiene, empezaríamos por el trabajo que falta a los trabajadores cordobeses, a quienes se quiere contentar con guitarras ilustres.

No hay un concepto de ciudad, al menos no hay un buen concepto de ciudad; si fuera por ellos, los de arriba, los que debieran pensar por y para nosotros, nos pondrían a todos a regar macetas. Y cera, mucha cera. Y nosotros estaríamos felices y contentos con menos procesiones, pudiendo sacar nuestros coches de las cocheras sin limitaciones y pudiendo hablar con sosiego en algunas de nuestras maravillosas terrazas, sin el tormento de los tambores.

De verdad que cuesta trabajo entender que nosotros seamos de la misma familia que Séneca, que Averroes, que Maimónides, que Góngora... ¡Cuánto bueno se ha perdido en el camino con el transcurrir del tiempo!

Córdoba es una ciudad venida a menos, está huérfana de personajes y llena de personas venidas a menos. Somos pedigüeños de todo, porque no nos sobra nada de nada. Para no tener, no tenemos ni ambición.

* Escritor, académico, jurista