Una chica de 17 años muere decapitada, asesinada, por su novio. O mejor, un asesino ha matado a su novia de 17 años degollándola. Pocos días después, desaparece una mujer en Les Borges Blanques. Resulta ser un accidente de coche, pero durante las horas que dura la búsqueda, ninguna de nosotras piensa en un accidente. No hace tanto, buscaban a otra mujer desaparecida que había salido a correr y la habían violado y asesinado. Un accidente de coche, dicen finalmente, y cuesta volver a recomponer la historia que nos habíamos hecho mentalmente. Al mismo tiempo, Casio saca unas calculadoras rosas para mujeres trabajadoras. Hablamos de los vestidos de las actrices en los Goya. Señalamos que una cantante ha ido a la gala sin depilar. Por prisas, dicen algunos. Estúpidos. Entre calculadoras y axilas, intentan quemar viva a una niña que denuncia haber sido violada por su tío durante años, y otra chica denuncia una violación grupal en Sabadell. Nos dicen que han detenido a seis «personas» por la violación. Ahora el masculino genérico no nos sirve, por lo visto, y tenemos que hablar de personas cuando todos sabemos que la violencia machista, si algo tiene, es género.

Joaquín Luna nos habla de las novias jóvenes, y nos escandalizamos porque Rosalía ha versionado una canción de Los Chunguitos --canción que han versionado antes muchos otros hombres sin, al parecer, apropiarse de nada--. Y El Roto, que no me olvido de él.

Siguen menospreciándonos, siguen exigiéndonos lo máximo, siguen ridiculizando nuestro discurso, siguen acotándonos, siguen comportándose como cretinos, siguen creyendo que todo lo que hacen les va a salir gratis, siguen asesinándonos y violándonos, siguen quitándonos la palabra y siguen apropiándose de nuestras ideas. Aprovechad los últimos coletazos de vuestros privilegios, compañeros, porque os queda muy poco. Varias generaciones de mujeres hemos tomado conciencia de nuestra fuerza. Y qué fuerza.

* Escritora