Él no estuvo allí. Hace seis años, en la plaza. Lo miró con distancia, pero con atención. Y con mucho cálculo. Todo es digno de estudio, especialmente si se puede utilizar en beneficio propio. O del partido. En su caso, viene a ser lo mismo. Alguien le preguntó si no sentía cierta inquietud. A él se le escapó una sonrisa. En una semana todo quedó resuelto. El domingo 22 de mayo, las elecciones autonómicas cubrieron el mapa de azul. El azul más intenso, generalizado y absoluto de toda la historia de la democracia española. Las plazas del 15M habían gritado por la democracia, la dignidad y el fin de la austeridad. Y las urnas dieron el poder al PP. ¡Larga vida a la corrupción! Ahí sigue. Desafiando la lógica de la ética. Mirando por el bien del partido. Y el suyo propio, por supuesto. Si esto es todo lo que la plaza iba a dar de sí... piensa con sorna. Disfruta especialmente con las actuaciones más bulliciosas de la oposición. Gritad, gritad, malditos. No es raro que le insulten. En el hemiciclo y en las redes. Los días más calientes se pone el traje gris marengo. Con corbata, por supuesto. La cuestión es ofrecer una imagen de discreta, sólida y elegante seriedad. Alguien que sabe lo que se lleva entre manos. Nada de aficionados que pretenden cambiar el mundo. A la gente, en el fondo, eso de cambiar el mundo le da vértigo. A veces le preguntan si está inquieto, él simplemente menciona la palabra radical. Y se le escapa una sonrisa.

* Escritora