Esta mañana de sábado hemos amanecido con la vivencia de haber asistido anoche a uno de los deseos más fuertes de la niñez: ver encenderse las luces de la Feria y quedarnos fijos mirando el cielo que los fuegos artificiales adornan de espasmos de luz, colores y sonidos traviesos.

Cada cual cuenta la Feria según le va en ella lo que viene a decir, más o menos, que la edad manda a la hora de vivirla y narrarla. Pero, de todas maneras, la Feria, las ferias de todos los lugares, son la expresión de la primera edad en buscar los paraísos artificiales de los cuentos en los cacharritos de la Calle del Infierno, que era la fantasía en funcionamiento.

Dicen que todas las ferias --menos las de Sevilla y Jerez-- se parecen y que a cierta edad resultan un aburrimiento porque al prescindir de los coches de tope, de la barca vikinga y del baile agarrao de los tiempos de juventud la novedad se reduce a la decoración de las casetas donde vamos a comer y beber.

Pero no es así. Una feria es una ciudad construida sobre la ilusión, sin más cimientos que los que se ven, cuya base original se remite a la infancia, a aquel tiempo en que te compraban el cielo envuelto en algodones de azúcar y te hacían una foto para la historia subido en un caballo de cartón. Ya de jóvenes la feria era la ruptura de toda normalidad, sobre todo en horarios y dinero, a la que te lanzabas buscando, bajo sonidos de guitarras, baterías y voces, al amor de los amores, a la muchacha que con su baile se pegara a tu adolescente cuerpo, casi siempre desasistido. Y cuando llegabas a dormir, por la mañana, tu padre te hablaba, sonreía para adentro, te preguntaba cómo lo habías pasado y no te reñía por verte con el desorden del disfrute encima. Porque a él le había ocurrido lo mismo a la misma edad. Aunque sí le faltaron en sus ferias lo que a mí más me atrajo de la de Córdoba cuando me vine a estudiar aquí: cada septiembre, cuando comenzaba el curso, me obsesionaba que el dormitorio que me asignasen tuviese una ventana desde la que se pudieran ver los fuegos artificiales de la Feria de Mayo. Por eso volví a disfrutar anoche casi como un niño.