El deterioro que presenta la iglesia de San Agustín nueve años después de su reapertura, aunque se deba a filtraciones de agua derivadas de su emplazamiento y materiales constructivos, nos habla de descuido en la conservación de un inmueble declarado Bien de Interés Cultural (BIC) que ha sido objeto de múltiples intervenciones desde 1981 y de un cuidado trabajo de rehabilitación entre 2006 y 2009. Las pinturas murales, uno de sus principales atractivos -la rehabilitación afloró, bajo capas de encalado, trabajos decorativos del siglo XVII- se han visto afectadas por unos daños que han debido comenzar hace tiempo y que podrían haberse tratado en una fase inicial. Lo cierto es que la institución titular, la Diócesis de Córdoba, responsable directa del inmueble, y la administración tutelante, la Junta de Andalucía, han tardado en prestar atención a la situación del edificio, a cargo de la comunidad dominica de Córdoba y sede en la que se encuentra la valiosa talla de la Virgen de las Angustias de Juan de Mesa (1627). Los informes apuntan a una constante filtración de aguas del subsuelo y probablemente de casas vecinas al templo que se acentúa por la porosidad de la piedra caliza con la que está construido, un fenómeno grave que se arrastra desde hace décadas y contra el que es necesario actuar, pues debe haber soluciones técnicas para, si no impedir, sí atenuar sus consecuencias. Ahora es preciso que Junta y Obispado resuelvan el problema y busquen la manera de mantener en buenas condiciones el templo, como exige su declaración BIC, pues aunque no esté entre los lugares más visitados, es emblema del barrio y forma parte de los tesoros patrimoniales de la ciudad.