En España vivimos, según el censo del Instituto Nacional de Estadística (INE), un total de 41.999.325 españoles (quito a los extranjeros porque con ellos no va esta historia). O sea, 42 millones de personas.

De estos 42 millones de personas, 18 millones (el 43%), tiene menos de 40 años, es decir, que han nacido en democracia, cuando Franco llevaba ya muerto un par de años. Otros 15,5 millones (otro 37%) nacimos entre 1953 y 1978, es decir, que vivimos nuestra infancia, adolescencia y primera juventud, en la segunda época de la dictadura franquista (y hablo de segunda época porque, desde muchos puntos de vista, 1952 marca un punto de inflexión en la dictadura). Finalmente, otros 5,6 millones (el 13%) nacieron entre 1939 y 1952, en lo que podemos llamar la posguerra. Sólo 2,8 millones de españoles vivos hoy (el 7%) nacieron antes de la guerra. Y de éstos, por una cuestión de edad, sólo unos cinco o seis mil pudieron luchar, pues sólo los nacidos antes de 1920 llegaron a empuñar armas. De todos los españoles vivos hoy, sólo el 0,012% pudo tener una participación activa en la Guerra Civil, y no llega ni al 0,5% los que pudieron tener, por una mera y simple cuestión de edad, un papel relativamente activo y responsable en ella o en la inmediata posguerra.

Esto implica que sólo el 7% de los españoles, mayores de 80 años, puede tener recuerdos de la Guerra Civil; que otro 13% tiene recuerdos de adulto de la dictadura; que otro 37% conoce la Guerra Civil y la posguerra por los libros de historia; y, finalmente, y lo más importante, que un 43% de la ciudadanía de hoy no puede tener ningún recuerdo ni de la Guerra Civil, ni de Franco, sencillamente, porque nació en democracia, por lo que todo lo que puede conocer de ambos periodos es por los libros de historia y por su casa.

Creo que es bueno que una sociedad conozca con profundidad y rigor su propia historia, como creo que es lógico que cada persona y cada familia quiera tener conocimiento, y guardar memoria, de su biografía y de las de sus antepasados. De igual forma, creo que es razonable que haya un compromiso público (transparencia en los archivos y en las documentaciones, subvenciones, etc.) para que se estudie la historia y se recupere la memoria. Como creo que es pedagógico que se recuerden hechos especialmente dolorosos. Pero sin sacralizar, ni idealizar a la historia o la memoria. Porque, inevitablemente, una y otra se falsean, bien para adornar algún hecho o aspecto, bien para matizar o justificarlos. Nadie cuenta su propia biografía con exactitud porque es imposible, porque la percepción y el juicio de lo que contamos, porque la intención del relato y los posibles receptores del mismo, lo mediatizan. Y si nadie puede contar su propia biografía con exactitud, ¿cómo contar la biografía de otros? ¿Y la biografía colectiva que es la historia?

Por eso, porque siendo bueno, lógico, razonable y pedagógico que se escriba con rigor una historia de nuestro pasado reciente, y es bueno, lógico, razonable y pedagógico que se recupere la memoria, no es bueno, ni lógico, ni razonable que nos quedemos en eso y no en lo importante. Porque lo importante para los españoles del presente no es estar recordando siempre, sino vivir el presente y construir el futuro. Es decir, que siendo bueno, lógico y razonable el que se quite una calle a un asesino, lo importante es si la calle está asfaltada, si tiene iluminación por la noche, si tiene acerado, si hay árboles, si la basura se recoge, si es segura. Más aún, lo importante es si está habitada, si las viviendas son dignas, si los niños que las viven tienen buena escolarización, si los adultos que las habitan tienen trabajos dignos, si los mayores tienen una buena pensión. Y, todos, buena salud y viven en paz. Eso es lo importante.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola Andalucía