Ha muerto el segundo de los tres dirigentes nacionalistas --enemigos entre sí, como de competidores en el mismo oficio-- que más han dividido y arruinado nuestro país, destruyendo sus libertades y regándolo los dos primeros hasta el extremo con nuestra sangre. Pero, ojo, que Arzalluz pervive aún en las instituciones vascas, como reflejan no pocas reacciones laudatorias al deceso de ese perverso exjesuita, auto confeso «malvado». Franco también pervive, incluso en su escandalosa sepultura, en el partido fundado por sus cómplices, que varias veces ha gobernado España y ahora amenaza volver a hacerlo con reforzado nacionalismo y la sangre «nueva» que le aporta hoy Vox. El tercer individuo poco honorable que hizo también del nacionalismo su negocio está todavía vivo, escondido en su casa, defendido por documentos comprometedores para los gobernantes que ha prometido desvelar. Franco, Arzalluz y Pujol: tres malvados que prueban hasta qué punto el nacionalismo es la guerra, la desintegración, la ruina, la peste que destruye nuestro país.