CEl 27 de abril se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Según su sistema electoral, los dos candidatos más votados se enfrentan en una segunda vuelta, que se celebrará el 7 de mayo, de donde sale el Presidente de la República. Como ya se sabe, los candidatos que se jugarán la Presidencia son Emmanuel Macron, líder del partido independiente denominado En Marcha!, y Marine Le Pen, que está a la cabeza del Frente Nacional. De este resultado llaman muchas cosas la atención.

Lo primero que uno se puede preguntar es donde está el partido que ha gobernado los últimos cinco años. A nadie le sorprendió cuando, en diciembre pasado, François Hollande anunciaba que no iba a optar a un segundo mandato. En ese momento los sondeos le daban el 7,5% de los votos, con una Francia castigada por el terrorismo y una economía que no parece remontar del todo la crisis: crecimiento económico positivo pero estancado, gasto público elevadísimo que supone más del 50% de su PIB, déficit público en 2016 del 3,4%, y el aumento de la tasa de desempleo hasta el 10%. Herencia de la que no se ha podido librar el Partido Socialista con su candidato Benoît Hamon, que ha obtenido menos del 7% de los votos. Supongo que, además de la herencia, llevar en su programa electoral el implementar una renta básica universal, de al menos 750 euros para todos los franceses mayores de edad, en un país muy castigado por la presión fiscal, no ha gustado demasiado.

La segunda pregunta es quién es Macron y quién Le Pen. Macron es un político que cambió de ideas, comenzó su andadura asesorando a Hollande y se convirtió en ministro de Economía, si bien las diferencias de opinión le llevaron a abandonar a Hollande y a su propia candidatura. Pretende adelgazar el Estado francés eliminando funcionarios, reducir impuestos, flexibilizar el mercado de trabajo o invertir en sectores de futuro, cuestiones lógicas y previamente ya oídas. Ahora bien, es abiertamente europeísta y plantea una política de inmigración más integradora. Le Pen es de ultraderecha y su programa electoral se resume en querer acabar con eso que los franceses llevan repitiendo algunos siglos de «liberté, égalité, fraternité». Su medida estrella es sacar a Francia de la Unión Europea, entre otras cosas porque dentro no podrá hacer casi nada de lo que pretende. Así, además de limitar la libertad religiosa o los derechos de los inmigrantes, quiere cerrar sus fronteras a productos extranjeros y a personas. Lo primero es para incentivar la competitividad de sus empresas, el único inconveniente es que ya se ha comprobado históricamente que las barreras arancelarias o no arancelarias y las subvenciones indiscriminadas desincentivan la competitividad interior, crean monopolios y perjudican a los ciudadanos. Lo segundo es para evitar el paro, ya que, al parecer, el problema fundamental son los inmigrantes, no la anquilosada estructura económica que han creado los sucesivos gobiernos franceses, y que ella pretende consolidar y ampliar. Por supuesto, quiere retomar el control de la política monetaria y poder emitir francos para poder financiar los déficits públicos, a lo Maduro o Kirchner, ya que pretende aumentar el gasto público sobre todo en infraestructuras, se ve que como España, Francia también anda escasa de aeropuertos y autovías.

Personalmente, jamás habría dicho que iba a ganar Trump, siempre he pensado que los estadounidenses eran más listos, y jamás diría que va a ganar Le Pen, pero visto que en los países desarrollados, desde un punto de vista económico me refiero, se nos ha ido un poco la cabeza pues…. Eso sí teniendo en cuenta que Francia es nuestro principal socio comercial y sin duda un indiscutible pilar en la Unión Europea, da miedo que gane esta señora.

* Profesora de Economía. Universidad Loyola Andalucía