Pues qué quieren que les diga. Es un pueblo pequeño. De unos 300 habitantes. Pero su entorno da para mucho. Por ejemplo incorpora uno de los más antiguos e históricos monasterios españoles fundado por los benedictinos en el siglo XI. Un cordobés, Ambrosio de Morales, nos cuenta que, en su día, estuvo enterrado en él Bermudo I El Diácono, el sucesor de Mauregato junto con su esposa e hija. Su primer abad llegó a obispo y uno de los últimos sacerdotes que albergó, también. En su origen era de estilo románico pero un incendio lo destruyó en 1773 y fue reconstruido con aires neoclásicos. Y sobre esta reconstrucción y cuanto de él se conserva se levanta en la actualidad un acogedor parador de Turismo desde el que se divisa un singular paisaje de viñedos. Viticultura de montaña, sobre suelos de pizarra, con cepas centenarias de variedades únicas. Viticultura heroica la llaman los lugareños.

A menos de veinte kilómetros siempre discurriendo entre un paisaje de ensueño hay otro pequeño pueblo, una parroquia de apenas 200 habitantes, que el pasado año fue muy recordado. En él se estableció, pese a la fuerte intransigencia católica, la primera comunidad evangélica de la región, que poco a poco fue ganando adeptos gracias a su labor formativa y educativa en una zona entonces -y aún hoy en cierto modo- recóndita. El pueblo se quedó sin protestantes en 1984 tras morir el último pastor, Daniel Rodríguez. Y hace un par de años fallecía la última de sus descendientes. Hoy todavía se puede visitar la sala de culto y antigua escuela donde se conservan los viejos pupitres en los que estudiaron generaciones de luteranos. En ellos se formó la que sería primera farmacéutica de España, Marina Rodríguez, quien se licenció en la Universidad de Madrid en 1910. Un pequeño cementerio protestante a pocos metros de la casa deja memoria de ellos. Y un dicho popular: Después de Lutero, los Rodriguez de Besullo ( que así se llama el lugar). No crean, que hay quien les gana a la hora de vanagloriarse. Conocido es el lema de la Casa de Quirós: Después de Dios, la Casa de Quirós.

Es una tierra de reminiscencias mitológicas y de rara belleza, donde ni siquiera la muerte se atreve a mostrar su lado oscuro. Antes bien es una bella dama de blancas vestiduras, amiga, comprensiva y amable, a la que nadie teme en su definitiva visita cuando raya el alba. Quien haya visto o leído La dama del alba ha de saber que su autor, Premio Nacional de Literatura y galardonado dramaturgo, tiene también en esa aldea, de la que su abuelo era el herrero, su casa natal, hoy centro de interpretación.

¿Que más decir? Que también a escasos kilómetros se encuentra uno de los bosques más famosos de España. Visitable con cuentagotas, como las cuevas de Altamira. Veinte personas al día. Casi mejor ponerse en la cola del Concierto de Navidad en la sala dorada de la Musikverein de Viena... Pero antes de ser protegido y declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco surtió históricamente de madera a los barcos de la Marina de Guerra española desde los tiempos de la Armada Invencible. Y añadir que la capital del concejo permanece para siempre en la memoria colectiva de los madrileños, aun cuando ya no haya serenos en la capital de España. Por supuesto reúne muchos más atractivos para ser recordada.

Volviendo al primer párrafo. Muy cerca del Convento, nació en 1881 un muchacho que, andando el tiempo, ingresaría y profesaría en él. El blog de los antiguos alumnos del Instituto del Monasterio tenía hace años --no sé ahora-- una sección llamada «el fraile misterioso» en la que se proponía a los visitantes identificar a diversos dominicos relacionados con el centro. Uno de ellos era ese muchacho, que andando el tiempo fue obispo en dos capitales españolas y cuyo sepulcro se halla en la catedral de una de ellas. A cualquier cordobés esos datos le bastarán.

Resolvamos todas las cuestiones. El pueblo es Corias y el parador conserva todavía algunos de los elementos del esplendor pasado del edificio. El pequeño lugar a 20 kilómetros es, como ya se ha dicho, Besullo, tierra de ferreiros y vaqueiros. Allí nació Alejandro Casona. El bosque, una maravilla de la Naturaleza, es Muniellos. Y la capital del Concejo, Cangas del Narcea ( buenas truchas y todo un referente en materia de pólvora y fuegos de artificio). De las vides de la zona sale un singular vino que últimamente capta adeptos en el mercado.

¿Y el fraile misterioso...? Pues se llamaba Albino González Menéndez Reigada -si; Fray Albino- obispo de Tenerife y de Córdoba, que hoy descansa en la Mezquita Catedral frente a la capilla de las Ánimas. Aunque allí se guarda escasa, por no decir nula, memoria suya. Pero para un cordobés puede ser una curiosidad más que añadir a una excursión por uno de los lugares más bonitos de Asturias.

* Periodista