Aquellos albergues «provisionales» creados en los años 60 del siglo XX para dar una solución de urgencia al grave problema de la vivienda y para alojar a damnificados de inundaciones se mantuvieron durante tres décadas. Eran las «casitas portátiles» de Las Moreras y Las Palmeras, que finalmente fueron sustituidas por viviendas de protección oficial. Mientras Moreras, que también sufre sus dificultades, está más integrado en la ciudad, el barrio de Palmeras quedó aislado, formando un güeto que lo ha convertido en uno de los más pobres de España --está entre los cinco con menos renta per cápita-- y con problemas de paro, delincuencia y convivencia que nacen de la falta de oportunidades. «Hemos perdido ya tres generaciones», es la dolorosa frase del líder vecinal Antonio Fernández El Chache. Saber --como desvela un estudio adelantado por este periódico que se presentará el próximo martes en la Facultad de Ciencias de la Educación-- que Palmeras es el barrio con mayor fracaso escolar de toda Europa, con un absentismo del 26,7% en sus dos colegios y un abandono casi total en segundo de la ESO, debe ser un motivo de honda vergüenza para la ciudad de Córdoba, que con su indiferencia ha permitido esta situación.

Y es que el olvido de este barrio es hoy más escandaloso que cuando sus vecinos salieron de las portátiles. El que en once años solo dos alumnos hayan alcanzado el título de la ESO en los dos colegios públicos no quiere decir que todos los habitantes hayan quedado atrás, pues algunas familias llevan a sus hijos a colegios de otras zonas en busca de un futuro mejor. Pero el futuro tiene que conseguirse en el propio barrio, en el que los centros educativos hacen un esfuerzo encomiable, apoyados por varias organizaciones, aunque, como señala una de ellas, «estamos poniendo parches, pero la rueda sigue rota». El plan integral para Palmeras, elaborado con participación de los vecinos, debe ser el punto de partida desde el que el Ayuntamiento recabe apoyo de otras administraciones para una acción que abarque aspectos sociales, formativos --incluidos los adultos--, de empleo y mejora de las dotaciones. Y la educación es lo principal: convencer a las familias de su importancia, facilitarla, alentar a los niños y a las niñas, crear estudios de Bachillerato y FP en los que aprendan oficios, darles esperanza y orgullo. No es fácil, pero hay que hacerlo.

Palmeras no es el único barrio con grandes problemas en Córdoba. Por desgracia hay varios en situación similar que requieren atención. Pero se ha convertido en el símbolo de un fracaso colectivo que debe dolernos a todos para activar soluciones valientes, imaginativas, contando con sus vecinos y demostrando con paciencia --la tarea requerirá años-- que Córdoba no arrincona a los suyos.