El fenómeno de la aparición de los llamados «fondos buitre» va estrechamente ligado en este país a la crisis financiera e inmobiliaria. Su estrategia puede explicarse sencillamente, aunque sus derivadas y su entramado legal son ciertamente complicados. Se trata de un mantra del capitalismo: entrar en el mercado para comprar a bajo precio y revender luego estos activos a un precio superior, a partir de la gestión de unos fondos de inversión de muy distintas procedencias. Es el caso de Blackstone, la empresa que ha llegado a convertirse en la primera inmobiliaria española. Aun actuando en la legalidad, los fondos buitre han implantado una política deshumanizada que ha incrementado los desahucios y el anonimato en la gestión, y ha convertido a los ciudadanos en meros números contables. Conviene reflexionar sobre la responsabilidad de las administraciones en este caso y criticar la falta de vivienda pública, una cuestión lacerante que los fondos buitre agravan.