Queridos lectores, ustedes que son gente leída estarán al tanto del negro diagnóstico del Banco de España para los próximos meses, y no es el único organismo que nos amedrenta con un futuro tan incierto como los posibles rebrotes de coronavirus que emergen como setas, aún estando en verano. Esta semana el gobernador del Banco de España anunció, ¡oh sorpresa!, que veía muy mal la coyuntura económica y social española. Dijo más, que el impacto de la pandemia del covid-19 provocará este segundo trimestre un descenso de más del 20% del producto interior bruto (PIB), después de haber retrocedido un 5% el anterior. El año puede acabar con una caída del 15%. Bueno, es un dato más, lo mismo que ya lo ha anunciado el Banco Central Europeo, el Observatorio Económico de Andalucía, que habla de una caída de un 15% en nuestra tierra y un paro que puede llegar al 30% y la semana pasada también un informe de la Universidad Loyola Andalucía daba cuenta de los malos presagios. Y aún hay más: el Fondo Monetario Internacional (FMI) empeora drásticamente sus previsiones para España y la sitúa en cabeza del hundimiento mundial. Ahí es nada. Veo, leo y releo estos datos que a diario nos asaltan en el periódico o en la televisión y me da por imaginar en lo que pueda pensar la gente normal, los que afortunadamente conservan su trabajo, los que están en estado de ERTE, los autónomos y los que directamente están en el paro ¿Qué podemos hacer nosotros cuando oímos estas noticias? ¿Dónde metemos la cabeza? ¿Qué capacidad tenemos para cambiar ese desquiciado rumbo de la economía que nos anuncian? Cada vez que un día y otro nos dan la matraca de un futuro tan negro siempre me viene la imagen de cuando voy conduciendo por una carretera, suelen ser carreteras secundarias, y nos anuncian de pronto: ¡Cuidado! ¡Peligro de desprendimientos! Cuando leo esa advertencia y miro hacia arriba me quedo sin saber qué hacer, si ponerme un casco (que no suelo llevar en el coche), si darme la vuelta, si seguir adelante, si acelerar por si puedo evitar el peñascazo, o si conectar Radio María y rezar el rosario... Es una situación incómoda, angustiosa, porque te advierten de un peligro contra el que nada puedes hacer ni sabes qué hacer. Justamente lo mismo que siento cada vez que salen los jefes económicos diciendo que vamos a menos y cada día a peor. Llegados a este punto de desolación, me digo lo que respondió aquel gitano a cuya puerta llamó la guardia civil al grito de «¿Quién vive?» Pregunta a la que una voz respondió: «Vosotros, que tenéis economato». Feliz verano.

* Periodista