Suele afirmarse con frecuencia que en Córdoba nunca pasa nada, pero la frase encierra más una declaración de intenciones frustradas que un hecho real. Esa sensación de pasividad, de flotar en medio de la nada cotidiana, que Córdoba lleva colgada como un sambenito responde a las largas, larguísimas demoras de muchos e importantes proyectos de ciudad, empantanados una y otra vez por mil trabas de toda índole que ralentizan su desarrollo y exasperan al ciudadano. Pero eso es en las cuestiones gordas, las de gran calado, cuyos constantes frenazos y el hartazgo consiguiente a veces solapan injustamente otras muchas iniciativas, con menos pretensiones y por tanto más realizables, que bullen por todas partes, y muy especialmente en el terreno de la cultura. Son las que animan el ritmo social --los cordobeses, pese a su fama de desdeñosos, responden ante las buenas ideas-- y compensan de tantas duermevelas. En ese sentido, el mes de octubre se está convirtiendo en un semillero de ofertas imaginativas cuya calidad garantiza el éxito, tanto que algunas van por su segunda edición, y no se quedarán ahí.

Así, cuando todavía cuelga en numerosas callejas el cartel donde se ilustraba sobre su historia y antiguo papel en el laberinto urbano, gracias a un programa que en el pasado puente del Pilar puso a pasear por Córdoba a miles de vecinos y turistas, llega mañana, para quedarse hasta el domingo 28, una de las citas internacionales más originales que plantearse puedan, el festival Flora, que ya el pasado año deslumbró al público con su explosión de color, formas y buen gusto. Cinco artistas de la flor y el paisaje llegados de Rusia, China, Japón, Bélgica e Inglaterra, más la cordobesa Lola Guerrera, expondrán sus obras, de una creatividad apabullante y con el juego como hilo conductor, en otros tantos patios de lujo, a saber, los de la Diputación, el Palacio de Viana, la Posada del Potro, la Escuela de Arte Mateo Inurria, el Museo Arqueológico y el Palacio de Orive, respectivamente. Sus universos efímeros, derroches cromáticos que nos conectarán con vegetaciones de todo el mundo, seguro que permanecerán largo tiempo en el recuerdo.

En ese recuerdo pervive un gran poeta cordobés, aunque nacido en Brasil en 1966, que nos dejó hace dos años, y al que un coloquio internacional rinde tributo desde ayer en varios escenarios cordobeses: Filosofía y Letras, el Instituto Municipal de Turismo y la librería La República de las Letras. Sí, se trata del gran Eduardo García, escritor y profesor que a pesar de su prematura muerte dejó en sus versos y ensayos un amplio legado, reconocido con destacados premios, del que ahora se descubrirán facetas menos divulgadas, como su correspondencia literaria y sus aforismos. Será una buena ocasión de ahondar en la producción de un hombre bueno que proyectó en la palabra toda la belleza que acompañaba sus pasos.

Cierro este pequeño listado de sugerencias culturales con una exposición tan imprescindible como lo son en estos momentos de crispación el humor, que todo lo puede, y el buen periodismo, que lo intenta, casi siempre sin éxito. La sala Cajasur-Gran Capitán acoge hasta el día 31 Un grito de Libertad, muestra de 70 dibujos originales de otros tantos humoristas gráficos españoles que organiza Reporteros Sin Fronteras para demostrar que la sonrisa suscitada por una simple viñeta puede ser la mejor arma contra la censura y la intolerancia. Incluso contra la muerte, y ahí está el estremecedor asesinato del periodista Jamal Khashoggi, pues la muerte en algunas latitudes es el precio de informar con la verdad por delante. Pongamos flores y versos en su memoria.