Recientemente, Córdoba ha sido noticia en el panorama nacional e internacional por el Festival Flora. Sin duda, un motivo para felicitar a sus organizadores, colaboradores y patrocinadores. El éxito de crítica y público es incontestable y a buen seguro reconfortará los esfuerzos realizados hasta su puesta en marcha.

Desde esta tribuna pretendo añadir que la denominación de este certamen no puede ser más apropiada. Y es que Santa Flora fue una fue una mártir mozárabe del siglo IX natural de Córdoba. Los martirologios recogen su trayectoria vital de la siguiente manera. Flora era hija de madre cristiana y de padre musulmán. Tenía varias hermanas y un solo hermano, siendo Flora la más joven. Las féminas fueron educadas en la fe cristina y el varón en la musulmana. En edad adolescente, Flora y sus hermanos quedaron huérfanos de padre; y desde entonces el primogénito se afana en la conversión de sus hermanas al Islam. Todas se convierten menos Flora, que se mantuvo firme en sus creencias. Aterrada, huye de Córdoba, pero ante las represalias que su hermano está tomando con algunos clérigos a los que acusaba de encubrirla, ha de regresar. De nuevo, su hermano intenta convencerla, ahora con amenazas; pero Flora no cede. El hermano la lleva ante el cadí (tribunal musulmán), donde nuestra protagonista ratifica su fe inquebrantable a Cristo. A pesar de ser cruelmente torturada no reniega, por lo que, finalmente, en 851, fue condenada a muerte por apostasía. Llegado el día de la ejecución, es públicamente degollada. Sus restos permanecen, junto a los demás mártires cordobeses, en la Iglesia de San Pedro. A causa de estos hechos, cada 24 de noviembre celebramos su festividad.

Y por todo ello, este certamen acierta plenamente en su denominación y llenará de orgullo a esta santa cordobesa.