La llevas en tu corazón, aunque me digas que no la ves, aunque en tu cansancio pienses que, de tanto sentirte abandonada y engañada, se te ha secado o nunca la tuviste; aunque en tu abandono creas que eres la que no eres: un corazón derrotado, encerrado tras sí mismo en el miedo a sí mismo, tras ese muro de silencio que ése te obliga a imponerte para poder soportar tu angustia de tanto desamor, tanto vacío, tanta manipulación de la culpabilidad. Noche tras noche y mañana tras mañana te levantas muerta, te mueves muerta, vives muerta, porque cada amanecer no sabes responderte a cómo vas a poder atravesar el nuevo día hasta llegar a otra misma noche y enterrarte en más oscuridad; no sabes cómo hallar el sueño, y alimentarte, ver el sol, mirarte libre. Yo sé cuánto te cuesta quitarle las espinas a tu pecho sin que tu corazón sangre y nunca más se le cierre esa triste herida. Jamás olvido las lágrimas que te cuesta ese exilio de tu flor, páramo en el que te extenúas porque crees que tu alma se apaga y se apaga perdida en la niebla de la soledad, sin responderte ya por qué sufres, por qué escuchas que alguien te dice sin palabras que no eres nada, que no sirves para nada, que no tienes ni tendrás nunca futuro por ti misma, solo pasado sin redención ni reconciliación, sin esperanza ni descanso. ¡Te sientes tan ridícula cuando te miras a ti misma y te ves en otro sueño roto! Y crees perder tu inocencia porque ése no te deja ser como eres ni sentir como sientes en la verdadera tú. Pero ya ves que no es cierto. Yo sé cuánto te cuesta mantener viva esa flor que nació contigo, que sigue en el fondo de tu corazón como brizna de hierba entre las rocas. Pero ya ves que tu flor no se marchita. Tras cada paso que das en tu libertad, superando la angustia de las dudas y los laberintos de las decisiones, tu flor brilla perlada de rocío, eterna rosa que el alba despierta en luz. Yo veo cómo ahondas su raíz, abriendo con tus dedos amorosos la tierra bajo el hielo, apartando los gusanos que la muerte te envía para pudrirte. Y dejas ahí abajo la mentira, y sales a más luz, y creces, creces, hasta que toda tú eres esa flor de tu verdad y tu existencia.

* Escritor