El tema del califato taurino vuelve a estar de actualidad, siempre ha sido un asunto polémico, sobre si es merecido o no. En la actualidad se da por válido que los califas son cinco: Lagartijo, Guerrita, Machaquito, Manolete , y El Cordobés .

Sobre el criterio para considerar a un torero cordobés como califa, es comúnmente aceptado que es aquél que durante su actividad taurina ha mandado en la época que le tocó vivir. Más allá de las cualidades artísticas o heroicas de cada uno de ellos. Y no cabe duda que los cinco califas, cada uno con sus matices, han sido figuras de primer orden y han mandado en la Fiesta Nacional.

La designación de cada uno de ellos como califa fue dispar, Lagartijo fue el primero, quizá el más importante, pero al primer califa pronto le surgió un sucesor tan digno o superior incluso como fue Guerrita.

La designación de Machaquito como califa fue más dudosa, incluso en algunos tratados no muy lejanos sólo se consideraba califas a Lagartijo, Guerrita, y Manolete. Como anécdota me gustaría señalar que en una publicación taurina --resumen de la temporada de 1989--, se anunciaba a Finito de Córdoba como el futuro cuarto Califa. Pero entiendo que con toda justicia se acabó reconociendo la condición de califa de Machaquito. Manolete, como continuador de las figuras hegemónicas de Lagartijo y Guerrita, fue casi desde sus inicios considerado como califa, y su trágica muerte no hizo sino justificar más su nombramiento .

Con El Cordobés se da la paradoja que apenas durante su dilatada trayectoria se le denominó califa, y fue muy recientemente, y podríamos decir que por aclamación popular , investido como califa en un inolvidable día en el Alcázar. En repuesta a la controversia que hubo en aquellos días, creo que no hay ejemplo en la historia del toreo de una hegemonía más indiscutible que la que El Cordobés ejerció en los años 60, y 70. Más allá de excentricidades y gustos artísticos, El Cordobés ha sido el torero que más ha mandado en la historia del toreo, capaz de parar un país entero o de codearse con los principales líderes mundiales.

Y todo esto viene a cuento de la posible designación de Finito de Córdoba como califa.

En primer lugar, quiero dejar claro lo siguiente: he seguido y sigo a Finito de Córdoba desde sus inicios, tenía yo 12 años; desde la primera novillada que toreó en Córdoba en El Viso de los Pedroches en el verano de 1988, hasta su última actuación en la Feria de Sevilla de este año, lo he seguido por media España, y lo seguiré haciendo hasta que se retire. En mi humilde opinión es el mejor torero, el que torea con más pureza, quizá el más perfecto en la ejecución tanto del toreo de capa o de muleta. Y a quién mejor he visto torear. Pero no es un califa.

Cualidades para ser un torero de época es evidente que las tiene, pero sea por falta de ambición, suerte, o cualquier otra cosa, a Finito de Córdoba le ha faltado dar ese paso que diferencia a los grandes toreros de los califas del toreo.

No obstante a Finito de Córdoba le tengo que agradecer mi afición al toreo, a través de él descubrí lo que es ser aficionado, y es por ello por lo que a mis 33 años me caben ya muchos toreros en la cabeza.

* Aficionado