La campaña ha comenzado con una gran novedad: la aceptación por parte de Pedro Sánchez y el PSOE de un debate a cinco en Atresmedia. Está claro que la disrupción en política sigue, continúa manteniendo grandes adeptos. Casi nadie habría apostado porque el PSOE aceptara un debate de los cinco partidos principales que compiten por la Presidencia del Gobierno. Porque nunca antes había sucedido algo parecido; porque Sánchez se encierra en la cueva catódica con «la hidra de tres cabezas de la derecha»; porque escandaliza y pone en su contra a RTVE española que proponía un debate más canónico de cuatro intervinientes, dejando fuera a Vox, puesto que, según la Junta Electoral Central, no puede participar en un debate en un medio público dado que no tiene representación parlamentaria en este momento; porque ha irritado a Podemos «que no quería a los fascistas» en tan sonado duelo verbal.

Pero ha ocurrido. Sánchez descoloca de nuevo al realizar una pirueta que a todos molesta pero que nadie podrá rechazar porque es impecablemente democrática. Por primera vez desde la transición, donde la sensatez de la mayoría y las urgencias a todos unían, va a producirse un debate electoral que da cabida a todos los candidatos a la Presidencia del Gobierno. Hasta ahora, casi siempre fueron debates a dos, PP y PSOE, y en no pocas ocasiones ni eso. Aznar desdeñó el debate cuando se creía ganador, y hasta Felipe González rechazó debatir con él al exigirle el líder de la derecha que los acompañara en el debate Julio Anguita. Y Rajoy llegó a enviar a uno de estos debates estelares a su segunda, Soraya Sáenz de Santamaría. Sí, los debates en elecciones generales fueron casi siempre de dos o no los hubo, curiosamente al contrario que en la mayoría de comunidades autónomas y grandes alcaldías, donde se vienen haciendo con normalidad debates con varios candidatos.

La decisión de Pedro Sánchez --en principio el candidato que más puede perder en ese debate en el que se le tirarán al cuello con todos los lenguajes posibles a su disposición-- es también valiente; inaugura un precedente y responde positivamente a todas las quejas que durante décadas se vienen haciendo sobre «la insuficiencia democrática» que significa acudir a las urnas sin haber realizado al menos un gran debate público entre candidatos; debate donde se puedan valorar la fuerza, o inanidad, de ideas y propuestas políticas, y sopesar la capacidad de los candidatos para defenderlas; debates necesarios para que el votante depure tanta exageración (y aún mentiras) como se lanzan en la propaganda electoral de campaña; debates que no dejan de ser un compromiso político del candidato ante millones de electores; debates, en fin, para ser sometidos por los medios de comunicación y la opinión pública al escrutinio de la verdad que rechaza la grosería de la impostura y la incapacidad de no pocos candidatos.

Porque en lo que llevamos de precampaña --más de un mes-- solo se viene hablando de impedir la ruptura de España (Pablo Casado), la necesidad urgente de echar del Gobierno a Pedro Sánchez (Rivera), acabar con las cloacas del Estado (Podemos) o «España, España» (Vox). Se supone que tendrán algunas ideas más, ¿no? Algunas de ellas se suelen oír en los mejores debates.

* Periodista