Terminó la campaña electoral más atípica y bronca de los últimos tiempos. Una derecha de corte trumpista espoleada (y asustada) por un movimiento neofranquista, entre garrulo y señorito, ha pretendido arrollar a Pedro Sánchez y los socialistas, que, inesperadamente se han colocado en disposición de ganar y formar gobierno tras las elecciones generales que hoy votamos.

Pero su fractura colosal y errores estratégicos (¿quién le aconsejó a Pablo Casado arrebatar el discurso y la bandera a Vox con la intención de hacerlos suyos?) han conseguido desquiciarla de tal manera que una buena ración de las bofetadas destinadas a Pedro Sánchez se las han repartido entre ellos mismos.

Hoy nadie sabe quién podrá formar gobierno en mayo o junio próximos (o si acaso podrá armarse un ejecutivo en ese tiempo), y mucho menos cual será la orientación política e ideológica del mismo. Porque se ha venido discutiendo (mintiendo y enlodando también) sobre dos Españas bien diferentes: una que piensa que «es la hora de subir los salarios», según declara el comisario de Asuntos Económicos de la UE, el socialista Pierre Moscovici, y otra que se deja llevar por la ola gigante de derecha dura que sacude el mundo en la que los oligopolios (Google, Amazon...) tratan de agarrar de ahí mismo la economía y la forma de vida y de trabajar del mundo.

Claro que los socialistas españoles ni siquiera se atreven a ir al meollo del asunto de manera tan directa como su colega francés para no alarmar a empresas y mercados, «esas manadas de ñus que pastan tranquilamente en el Serengueti hasta que un revés severo en el vientre de sus intereses les hace salir en estampida y arrasarlo todo», en palabras del economista y polemista José Carlos Díez.

La derecha, por su parte, se ha parapetado en la coartada de que «España se rompe» como consecuencia del «contubernio de Pedro Sánchez con el separatismo y los terroristas vascos».

Sea cual sea el resultado electoral que conoceremos esta noche, la higuera loca que ha venido creciendo en los cimientos de esta casa que llamamos España ya ha dado sus frutos. Si la derecha logra formar gobierno con el concurso de Vox, la crispación política española se disparará. En el caso de que sean los socialistas quienes logren sacar adelante la investidura y formen gobierno de coalición, o no, la presencia institucional de la extrema derecha en instancias nacionales, autonómicas o municipales traerá a la vida pública y social española todo tipo de trastornos.

Claro que, si lo anterior no truena lo suficiente, ya se ha colocado en «el escaparate de las certezas» otro mantra: está en puertas el hundimiento económico y social de España a causa de una pavorosa crisis económica provocada por Pedro Sánchez. Las grandes agencias norteamericanas de rating y lobis económicos y financieros que no advirtieron (o se hicieron los locos) la crisis económica que reventó en 2008, ahora, cuando aparecen los primeros indicios de desaceleración, mueven los badajos de rebato y alarma sin dejar pasar un día.

* Periodista